viernes, 22 de febrero de 2008

José de Acosta

JOSE DE ACOSTA

Javier Baptista, S.J.

José de Acosta nació en 1540 en Medina del Campo (Valladolid), España. Hijo de un mercader cristiano nuevo, era el menor de los 5 hermanos recibidos en la Compañía de Jesús: Jerónimo, Diego, Cristóbal y Bernardino. José entró a la Compañía en Salamanca el 10 de septiembre de 1552. Estudió humanidades y fue profesor en Medina del Campo, Lisboa, Coimbra, Segovia y Valladolid (1554-1559). Estudió filosofía y teología en Alcalá de Henares (1559.1567). Alumno brillante, tuvo interés especial en los problemas planteados por la conquista de América, y se familiarizó con el pensamiento de los dominicos Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Después de su ordenación sacerdotal fue uno de los primeros profesores de teología en los colegios de Ocaña (1567-1569) y de Placencia (1569-1571).ESegovia y Valladolidsboa y Coimbra (1554-1559) El 23 de abril de 1569 escribió al P. General Francisco de Borja desde Ocaña:

IHS. Muy reverendo padre nuestro en Cristo. Gratia et pax Christi. El año pasado, cuando fue el P. Gobierno [1] a Roma, le di una memoria que comunicase con V. P. deseos que Nuestro Señor me daba de servir más a su divina majestad, especialmente en las partes de las Indias, y con la respuesta de V.P. que el padre maestro Dionisio [2] me escribió aprobando aquellos deseos, me consolé. Después escribí al mismo padre otras dos veces pidiendo me hiciese la caridad de acordar esto y tratallo.Ahora me ha parecido no haría lo que debo a la buena voluntad que Nuestro Señor es servido darme en esta parte si no declarase más a V.P. lo que de mí siento.

Porque, aunque es verdad que habrá ya ocho o nueve años que ando con estos pensamientos y deseos, pero de algunos meses acá son mucho más crecidos y con más eficacia y confianza que no han de ser de balde, así por sentir siempre más voluntad después de haber dicho muchas misas y ofrecídome al Señor lo que he podido, como por ver en mí notable ventaja de salud corporal, que con el mismo ejercicio que se pensó me hiciera daño ha crecido y tengo esperanza en Dios no me faltará para todo lo necesario, que esta cuaresma con la lección ordinaria y dos sermones en la semana y razonablemente de confesiones, no hice falta, antes salí con más fuerzas, y así entiendo será en lo que la obediencia me ordenare.

El dolor que solía tener del pecho es muy poco, o cuasi nada, y en lo demás me hallo bueno, a lo menos no de suerte que tenga indisposición de importancia. Lo que me suele despertar estos deseos principalmente es parecerme que para salir de un paso ordinario en que me persuado caminar en el divino servicio, me haría la mesma necesidad ser otro donde no hay este entretenimiento y regalo ordinario. Y aunque de mi flaqueza temo, pero de la confianza que en Nuestro Señor tengo, y de alguna experiencia tengo entendido, me ayudarían mucho las mesmas cosas que no dejan a uno olvidarse de sí.También se me pone delante que si Dios nuestro Señor y la Compañía halla en mí algunas partes para ayudar a otros, se hace esto en aquellas partes con menos peligro de vanidad y con esperanza de más fruto, a lo menos hay más necesidad; y por acá se haría poca falta donde hay tantos que sean para esto; y representáseme que si en aquellas partes se han de criar obreros, por no ser posible ir todos hechos de acá, que ordenándolo Dios nuestro Señor, lo que hago acá haría de muy buena gana por allá o donde la obediencia me señalase, y que de esto resultaría mucha ayuda para lo que se pretende.

Pero lo que sobre todo hallo mover mi voluntad es algún deseo de la cruz de Nuestro Señor, y de ser agradecido al que tan liberalmente se me dio, lo cual en los trabajos y contradicciones y soledad y penuria y peligros que allá se pasan, siendo los que deben los obreros del Señor, con su gracia hace que le parezcan y imiten en algo. Y de esto suelo sentir muchas veces harto fuertes deseos con una confianza y seguridad grande, que si el Señor por mano de mis superiores me enviase, no sería parte mi flaqueza y pocos merecimientos para estorbar tanto bien. No sé, padre, si su divina bondad me tienen guardado tal tesoro, y hasta poner mi alma ante V. P., no me parece cumplo con la fuerza que en esto tantas veces me hace, no teniendo por imposible ante su divino acatamiento lo que está muy lejos del parecer humano.

De una cosa estoy persuadido, que el día que supiese ser ésta su voluntad, de lo cual me aseguraría con disponerlo mis superiores, no hallaría cosa que me pusiese miedo, ayudándome la divina gracia. La inclinación mía no la siento a parte determinada, más de generalmente parecerme que entre gente de alguna capacidad y no muy bruta, me hallaría mejor, aunque hobiese otros contrapesos. También con el haberse comenzado a abrir el camino a las Indias Occidentales de España se me ha representado que entre los que hobiese V.P. de enviar para ayudar por allá, podría hacer mi parte, si me mandasen hacer lo que hago de leer teología, o predicar, u otro ministerio alguno. Y si a esotras Indias me enviase la obediencia, en quedarme en Goa o por allí, hallo alguna repugnancia, por parecerme que debe de ser poco más aquello que lo de acá. Pero, en todo entiendo, hallaré mucha quietud, siéndome significada la voluntad de V.P., a quien pido por Jesucristo Nuestro Señor no tome esta carta como escrita con algún súbito fervor, porque me cuesta muy muchos días de pensallo y encomendallo a Nuestro Señor, en quien espero me ha de ser de algún fruto.

Pareciéndole a V.P. in Dómino [3]disponer de mí en alguna cosa de lo que toca a misión, ser me ía de mucho consuelo se ordenase de suerte que hobiese ejecución y no se estorbase con réplicas o contradicciones, las cuales a los que consideran mis merecimientos, soy cierto no han de faltar. Y si Nuestro Señor me hiciese tan señalada merced, tendría por grande y perpetuo consuelo tener patente de V.P. para la que dí in Dómino ordenase, y hasta tener alguna claridad en esto, siempre estaré suspenso. V.P. perdone lo que me he alargado, que como no tengo otros negocios ni otros despachos que me importen, en éste me parece que me va mi caudal todo. Dé Nuestro Señor Dios a V.P. la salud y fuerzas para su divino servicio, que deseo y suplico siempre a Su Divina Majestad. Amén. De Ocaña 23 de Abril 1569. De V.P.hijo y siervo hijo indigno. José de Acosta [4].

El 16 de diciembre de 1569 el P. Borja escribió al P. Manuel López indicándole que el P. Acosta sería destinado no a las Indias, sino a Roma o a Burgos. Sin embargo, el 2 de febrero de 1570 lo destinó al Perú. El 14 de noviembre de ese mismo año 1569, escribió el P. Borja al P. Jerónimo Ruíz de Portillo, provincial del Perú:

“Envíase al P. Fonseca, que al presente es rector de Córdoba, para la institución de los novicios y al P. José de Acosta para lector y predicador, que es de lo bueno que tenemos en España, y otros dos o tres buenos subiectos, y el año que viene, que se habrá de enviar Visitador de nuestra Compañía, llevará también otros buenos subiectos. Así, que de nuestra parte no dejaremos de ayudar esa obra con el favor de Dios Nuestro Señor” [5].

Antes de partir para Lima, el 1º de junio de 1571, escribió el P. Acosta al P. Borja desde Sanlúcar de Barrameda:

IHS. Muy Reverendo Padre nuestro en Cristo. Gratia et pax Christi. Desde Sevilla escribí a V.P. a los últimos de Marzo cómo el Hermano Diego Martínez y yo veníamos a Sanlúcar para embarcarnos en el armada del cargo de Pero Meléndez. En Sanlúcar ha ya más de dos meses que estamos, porque hasta mediado Mayo se fue en aguardar se pagase la gente. Y después de pagada y embarcada, en esperar tiempo, que cerca de un mes le hizo muy contrario.

Y así, fuimos forzados a embarcarnos y tornarnos a desembarcar cuatro veces con harta molestia que en esto se pasó. A los 15 de Mayo el armada se hizo a la vela, y ordenó el Señor que al salir de la barra el galeón, (donde íbamos tres de la Compañía, que ya había venido el P. Andrés López, el cual en el camino había enfermado y llegado a lo último), con ser de los mejores y más ligero, tocase en unos bajos, donde abordó sin poder ir a una parte ni a otra. Estuvo seis horas dando grandes y continos golpes en aquellas peñas, y túvose por tan sin remedio, que el piloto de la barca se echó al agua por huir, dejándonos perdidos a los que íbamos dentro. Fue cierto, un día de aprieto y trabajo, porque con muchas diligencias nada aprovechaba.

A nosotros nos dio el Señor un muy particular consuelo y aliento para no dejar la gente, sino ayudalles y animalles, de lo cual resultó notable edficación y amor. Al cabo, con la creciente de la marea y un aire algo recio que sopló del mar, el navío salió, pero haciendo tanta agua, que no pudo proseguir con el resto de la armada, sino venirse al puerto a reformar y dar carena. El adelantado Pero Meléndez, que había venido a socorrer el navío, me convidó a que me fuese a la capitana, y que como a su propia persona me trataría. Halleme cierto dudoso, y en fin, me resumí en quedar por estar a la misma sazón el Hermano Martínez con calentura ya de dos días, y sangrado, y parecióme forzoso el quedarme a curalle, que de verdad fue de las mayores mortificaciones que he tenido, ver ir a la armada que tanto tiempo había esperado. Y fue necesario el quedar, porque aun acá curado con toda diligencia, fue el mal recio y peligroso, por donde entiendo que se muriera si le pasara en la navegación. Todo el tiempo que hemos estado en Sanlúcar nos ha proveído de aposento y comida y cura y de todo regalo la Ilustrísima Condesa de Niebla con un particular amor. Hanle sido gratos los sermones que de ordinario se han hecho, a lo que parece, con algún buen efecto. Yo he tenido siempre salud, gloria al Señor, y así he podido entender en esto y en algunas confesiones.

Habrá dos días tuve aviso cómo el Rey mandaba que este navío saliese luego en seguimiento de su viaje. Y el capitán dél, que es Almirante de esta armada, me escribió que ya estaba todo aderezado y que para el domingo que viene, que es Pascua del Espíritu Santo, pensaba salir. Desea mucho le hagamos compañía él y toda su gente, y es mucho lo que debemos a este caballero. Yo me he hallado muy perplejo en esto por parecerme que todavía corre algún riesgo yendo a solas. He consultado al Padre Provincial Cañas [6], y no tengo respuesta. Los compañeros [7], después de muy mirado y encomendado al Señor, se inclinan omnino [8]a ir, y les parece ésta la voluntad del Señor. Gente muy diestra y amiga no aconsejó no pierda este buen tiempo y la grande comodidad que en este navío nos hacen.

El riesgo les parece poco o ninguno por ser el galeón grandemente ligero y ir muy bien aderezado de artillería y gente de guerra. Y el capitán y piloto dél, ser por extremo expertos en esta carrera de Indias, que el uno la ha andado cuatorce veces y el otro diez y siete, y deséannos entrañablemente para el ayuda y remedio de sus almas, avisados del suceso pasado. Todo esto me ha persuadido que si V.P. estuviera presente, y viera el buen ánimo y confianza que el Señor nos da, que de verdad es grande, desde luego nos echara su santa bendición. Y así la pido yo por Jesucristo nuestro Señor, para mí y para los dos compañeros que Su Majestad me ha dado, que son el Padre Andrés López y el Hermano Diego Martínez. Y con esta seguridad de lo que me persuado de la voluntad de V.P. en esta parte, pienso no detenerme más sino seguir la derrota [9] que este navío llevare, el cual va en busca de la armada, y hallándola, conforme al orden que dejó el General Della, podremos nosotros en este navío, o en otro de la armada, llegar a Tierra Firme con otra mucha gente que va en ella para el Perú.

Del Padre Fonseca me escriben de Sevilla que cada día le aguardan. Si llegase a tiempo y tuviese orden de V.P. de nuestro viaje, seguiría su ordenación, si no, creo será la resolución la que he dicho, porque el mismo Padre Fonseca y el Padre provincial Cañas, por sus cartas me han significado que no viene esta misión de V.P., cometida a él; y como mi carta tampoco me daba a mí orden en ella, siempre he tenido alguna pena y deseo de mayor noticia en esto.

En la pasada escribí los méritos que hallo en este Hermano Diego Martínez para ser sacerdote, por haber oído su teología y ser muy religioso y obediente y ejercitado en la Compañía. Deseo V.P. dé licencia de ordenalle y por este respeto darle la profesión de tres votos. No tengo otra cosa que representar de nuevo a V.P., sino pedir por amor del Señor ayude a la necesidad destos siervos en sus sacrificios santos y oraciones, y lo mismo ordene a nuestros carísimos Padres y Hermanos, para que, a mayor gloria del Señor, cumplamos nuestra misión” [10]. En la Biblioteca Nacional Vittorio Emanuele II de Roma se encuentra un documento, referente al Padre Acosta, en latín, de autor anónimo, titulado “Gesuitici 1584”:

“Navegación de Acosta. El año 1571 abordó una nave de primera clase. Después de treinta días de navegación llegó el 18 de julio a la isla de San Juan, a1200 leguas de España. Se embarcó en otra nave y llegó a la isla Española el 30 de agosto. Le fue difícil conseguir del arzobispo de la Española el permiso para predicar. Los principales vecinos pidieron que la Compañía abra un colegio en la villa, para lo cual ofrecían su cooperación económica [11].

con la creciente de la marealtt particular consuelo y aliento para no dejar la gente, sino ayudaleLa Compañía ya estaba establecida en Lima desde 1568. El P. Acosta llegó el 28 de abril de 1572. El 31 de diciembre de 1572 el Padre Juan de Zúñiga escribió al Padre Borja:

La venida del Padre José a estos reinos entiendo que fue por orden de Nuestro Señor según se ve por el fruto que se ha hecho con su entrada. Oyenle con tan grande acepción, que han dejado a todos los predicadores buenos que acá había, así de casa como de fuera, y aunque predicase tres veces al día, no se cansarían de oírle, según el amor que le han cobrado y concepto de muy siervo de Dios e hijo fidelísimo de la Compañía, como de veras lo es. Es grande el espíritu con que habla, que bien parece que le tenía Dios guardado para apóstol desta tierra. Y ultra del fruto que en los de fuera ha hecho, ha sido muy mayor el que se ha hecho en los de casa. Padres y Hermanos, porque él los confiesa a todos y hace oficio de maestro de novicios, y es para alabar al Señor el fruto y aprovechamiento que en todos se ve. Grande es el amor que Nuestro Señor tiene a la Compañía, pues en tiempo de tanta necesidad nos envió a este Padre, que cierto no puedo encarecer cuán necesaria ha sido su venida [12]. es.brado y concepto de muy siervo al dr seg

En 1573 el provincial, padre Jerónimo Ruíz de Portillo, nombró visitador del colegio del Cusco al Padre Acosta, y luego lo designó para acompañar al virrey Francisco de Toledo en sus visitas a La Paz, Chuquisaca y Potosí. Esas visitas hicieron nacer en él el deseo de fundar colegios en las tres ciudades.

La situación que Acosta encontró al llegar al Virreinato del Perú era totalmente distinta a la de España. El principal problema planteado fue la insistencia con que el Virrey Francisco de Toledo quería que los jesuitas se hicieran cargo de parroquias de indios, llamadas doctrinas, al igual que los franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios. El argumento esgrimido por Toledo era que los religiosos habían sido enviados al Virreinato del Perú principalmente para dedicarse a la evangelización de los indios.

Los jesuitas intentaron realizar su labor apostólica, tanto entre españoles como entre indios, como en España, en sus colegios, en sus iglesias confesando y predicando, atendiendo pastoralmente por medio de las cofradías y las congregaciones marianas, dando ejercicios espirituales y misiones. No podían acceder a las peticiones de Toledo porque estaban atados por las Constituciones de la orden [13], que impedían tener “cura de almas”. La situación del virreinato hizo ver que el único modo de trabajar entre los indios era haciéndose cargo de doctrinas, lo que evidentemente suponía tener cura de almas.

Una de las preocupaciones de los padres era saber cómo debían actuar frente a los abusos de los españoles. Acosta fue el principal teólogo que analizó el tema desde todos los puntos de vista y dio las pautas de solución. Dice al respecto el P. Francisco Mateos en una de sus notas al pie de página de la crónica anónima de 1600 [14]:

Los casos morales que se presentaban en América, y especialmente en el Perú, sobre absoluciones y restituciones de conquistadores, no eran nuevos entre los jesuitas españoles, discípulos muchos de ellos de los dominicos de Salamanca, donde imperaban las ideas rigoristas impuestas por Vitoria [15] y Domingo de Soto, a sugestión de Las Casas y de los datos exagerados que él proporcionaba, y que eran en general creídos sin discusión. Ya el P. Bartolomé de Bustamante habla de ellas en una carta inédita a S. Francisco de Borja con ocasión de las primeras expediciones de jesuitas a América, y muestra estar bien informado, tal vez por su hermano el franciscano Fr. Francisco de Bustamante, que por esos años vino a España.

San Francisco de Borja, en carta al P. Portillo de 13 de agosto de 1567 dice: ‘Ya he avisado y torno a encomendar, por ser muy importante, que no se determinen en absolver ni en condenar a los primeros conquistadores…y sucesores’ [16], y en otra de de 3 de octubre de 1568 le dice que puesto que los obispos del Perú habían tenido su sínodo ‘y resuelto las dificultades en las materias de las restituciones y absoluciones’, que siendo legítimos pastores, y habiéndose juntado con letrados, sin duda habrán acertado, y que por tanto sigan los nuestros las resoluciones de ese concilio, que fue el segundo de 1567, cuyas actas pide, y más adelante las da como norma a los jesuitas que envía a Méjico en 1572 [17]. Entre los primeros jesuitas del Perú produjo graves pesadumbres este problema, pues varios, como el P. Luis López, el hombre de más talento y estudios que fue en la primera expedición de 1567, el P. Bartolomé Hernández, superior de la segunda, que fue en 1568 con el virrey Toledo, y el P. Doctor Plaza, enviado como visitador al Perú en 1575, estaban fuertemente influidos por la escuela dominicana de Las Casas y Vitoria, mientras que otros, como Acosta, Bracamonte y Barzana, estaban limpios de esas vacilaciones doctrinales y propugnaban la acomodación a la realidad americana, necesaria para los trabajos apostólicos.

El P. Visitador Juan de La Plaza escribió al Padre General Everardo Mercuriano desde Sevilla el 12 de febrero de 1574:

Cuanto al punto principal de la misión al Perú, tengo cada día más dificultad, no tanto por lo que toca a lo particular de allá, cuanto por lo que toca a lo general. Porque con la priesa que hemos traído por el camino, no he tenido lugar de informarme de algunas cosas que yo más dubda tengo. Y he tenido por particular disposición de Nuestro Señor el haber estorbado ahora nuestro pasaje, por poder tener antes de la ida allá más particular instrucción del parecer de V.P., y más información de las cosas que yo dubdo. Lo que yo deseo y me parece tengo mucha necesidad de entender de V.P. los principios de donde se han de inferir el pro o el contra del punto principal. Porque yo los tengo reducidoa a dos.

El primero, si hay cosas que no se deben tolerar con buena conciencia, y no se pueden remediar ni hablar en ellos sin escándalo y sin provecho. Y sólo éste me parece que basta para la parte negativa del punto principal. El segundo, si hay comodidad para que nuestros ministerios sean fructuosos. Este segundo se ha de entender de la disposición que allá hay. Pero el primero entiendo que no. Porque los que allá van no saben más que lo que acá les dicen, y desto entiendo que convernía que V.P. mandase tratar ahí, pues está el Padre. Gil González que tiene bien entendidos estos negocios, y el Padre. Toledo y Juan Fernández, para que oyendo V.P. el parecer dellos, me envie su parecer acerca de los principios que debo tener para ver sin conviene o no lo que se pretende en el punto principal. Y para que V.P. tenga noticia más particular, y esos Padres información para lo que han de tratar, escribo al P. Juan Suárez, provincial de Castilla, que envíe a V. P. las instrucciones que se dan a los que van a descubrir tierras de nuevo, y unos apuntamientos que yo le envío, junto con el parecer que él terná de las personas que se le podrán dar en Valladolid y Salamanca, para que por aquí se vea si en lo descubierto hay daños que no se pueden tolerar, como digo, o se extienden a más de lo que pueden conforme a Derecho y buena conciencia. Y la respuesta dél me será de mucho consuelo y ayuda para cumplir en esta misión conforme a la intención de V.P., que es de lo que más conviene para el divino servicio y bien de las ánimas redimidas por su sangre. Y sobre todo, pido con instancia ser muy particularmente encomendado en los santos sacrificios y oraciones de V.P. para que Nuestro Señor me dé gracia que siempre haga su sancta voluntad [18].En abril de 1574 le contestó el Padre Mercuriano:

Yo aguardo información acerca de la dubda que V.R. propone de cómo se habrá con los del Perú, y como la reciba, se enviará la resolución. Pero entre tanto, lo que se ofrece es: Lo primero que podrá aprovecharse de las resoluciones que llevó don Francisco de Toledo cuando fue al Perú, que se hallarán en Lima entre los nuestros. Podráse también aprovechar de lo que se ha resuelto en los sínodos provinciales del Perú. Lo tercero, podrá consultar estas dificultades con los padres que están en el Perú, y principalmente con el Padre José de Acosta, que las tendrá más de cerca vistas y estudiadas.

Añádase que, aunque haya algunas cosas en los conquistadores y otros del Perú, que no parezcan excusables, no por eso la Compañía dejará de tener mucha materia de emplearse a nuestros operarios, pues con seguridad pueden emplearse en muchas cosas conforme a nuestro instituto, y en este particular que hay en el Perú se hallará en todas las partes del mundo. Adviértase últimamente que el principal fin de la misión de V. R. es para entender y referir, y aunque tuviese juicio firme que no convenía estar la Compañía por allá, no debe dar parte deste juicio a ninguno, sino avisar acá de su parecer, con las razones que tiene V. R. para ello. Avísase a V. R. que el Padre José de Acosta ha escrito algunos particulares de importancia que V. R. hará se le comunique.

Desde 1575 el Padre Acosta fue consultor del Santo Oficio y profesor de teología en Lima, en el colegio San Pablo, de los jesuitas, y en la universidad de San Marcos, de los dominicos. En ambas instituciones continuó con su labor docente aun después de ser nombrado rector del colegio San Pablo (1575) y provincial del Perú (1576-1581).

A los quince días de su nombramiento como provincial (16 de enero de 1576) convocó la primera congregación provincial del Perú. En ella expuso los métodos de evangelizar a los indios, mediante las misiones populares en las ciudades donde estaban establecidos los jesuitas, las doctrinas y la fundación de un colegio de caciques.

Los franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios habían aceptado ya hacerse cargo de las parroquias de indios, llamadas doctrinas, a lo cual se opusieron el primer provincial padre Jerónimo Ruíz de Portillo y el padre general Francisco de Borja, por parecerles que el tomar parroquias iba contra las constituciones de la Compañía. Prevaleció la opinión de Acosta por no ser posible hacer misiones populares en las doctrinas confiadas a los otros religiosos. Las ideas estaban tomadas de su libro, aún en manuscrito De procuranda indorum salute. La congregación vio la urgencia de componer catecismos y gramáticas en las principales lenguas del virreinato: quechua y aymara.

La segunda congregación provincial, convocada en octubre de 1576, reunida para elegir procurador a Roma y Madrid, encomendó al padre Alonso de Barzana la tarea de redactar los catecismos y aprobó la fundación de la doctrina de Juli, de lengua aymara. Con el apoyo decidido de Acosta la Compañía se hizo cargo de esa doctrina, que fue desde el principio campo de experimentación pastoral con influjo en la labor posterior realizada en las actuales repúblicas de Bolivia, Chile, Ecuador y Paraguay.

Siendo provincial, el 11 de abril de 1579, el Padre Acosta escribió una larga carta al Padre General Everardo Mercuriano sobre las obras de la Compañía en el Virreinato del Perú:

Hay en esta provincia, al presente, de la Compañía, ciento y dos. Los cuarenta son sacerdotes, y destos, profesos de cuatro votos solos cinco. Los que saben la lengua de los indios y entienden en la predicación y confesión y los demás ministerios destos naturales, son veinte y cuatro. Los demás se ocupan en sus ministerios espirituales o temporales, y en sus estudios y probación. De todos, por la gracia del Señor hay edificación y proceden conforme a nuestro instituto, con ejercicio de obediencia, mortificación y oración, usando de los medios que la Compañía acostumbra, de pláticas espirituales y penitencias y ejercicios a su tiempo, etc. También ha ayudado no poco la necesidad de recurrir a Dios nuestro Señor en las tribulaciones que ha ocurrido. Hanos llevado Dios para sí este año cuatro sacerdotes teólogos y obreros útiles.

El primero fue el Padre Miguel Jiménez, que murió en el Cuzco con mucha edificación de su obediencia y paciencia. Había estado este padre en la doctrina de Juli algunos meses, donde le dio una enfermedad, que fue necesario traelle al Cuzco, y allí acabó. Vinieron a nuestra casa a decille misas y hallarse a su entierro religiosos de otras órdenes, movidos de sola su devoción. El segundo fue el Padre Lope Sánchez de Escalada, que murió en Juli y no dio menos edificación en su enfermedad y muerte, con gran quietud y paz de su espíritu. Este padre había sido de la Compañía algunos años en los reinos de España. Por ciertas causas, dándosele licencia, pasó a estas partes, y a cabo de harto tiempo, teniendo cargo de indios con edificación y fructo, le movió Nuestro Señor a instar para ser admitido en la Compañía, a lo cual se determinó con la venida del Padre doctor Plaza, que había sido su maestro de novicios en Córdoba, y así, disponiendo de sus cosas, entró en la Compañía en Juli, y a cabo de ocho meses le llamó el Señor para mejor vida.

Cierto, ponía admiración ver su humildad y devoción y aprovechamiento en tan poco tiempo. El tercero fue el Padre Hernando de la Fuente, que murió en Lima, que se ejercitaba en predicar y confesar. A este Padre, estando en una misión cerca de Lima, le dio una grave calentura, que fue necesario traerle luego a nuestro colegio, donde en muy pocos días acabó, y siendo una modorra que tenía tan fuerte que apenas le podían despertar con dolores, en hablándole de Dios estaba muy vivo y muy despierto, mostrando mucha devoción. El cuarto fue el Padre Bartolomé Hernández, rector del colegio de Lima y el profeso más antiguo que había en esta Provincia, el cual a cabo de treinta años que había servido a Dios nuestro Señor en la Compañía, fue a recibir el premio de sus trabajos al principio deste año de setenta y nueve. Murió de unas cámaras de sangre que le duraron más de un mes, en el cual tiempo, conociendo estar su partida cerca, se dispuso con mucho cuidado y devoción para ella. Sintió todo el pueblo su muerte, porque le amaban como a padre. Todos los que dicho recibieron los Sacramentos con mucha devoción, y sigún confiamos, fueron al camino de eterna salud. V. P. mande encomendar sus almas en los sacrificios y oraciones de la Compañía. En alguna recompensa de los que el Señor nos ha llevado, nos ha dado este año once que se han recibido, todos de buena expectación y bien examinados y probados. El uno fue el sacerdote que he dicho murió en Juli. De los demás, seis son estudiantes, muy buenas habilidades, que oían Teología o el curso de Artes. Los otros cuatro son coadjutores temporales, y casi todos estos son de los reinos de España, aunque también los de acá, con tener delecto en recibirlos y poner cuidado en su probación y institución, van dando buena satisfacción. Esto es lo que en general se ofrece sinificar a V.P. Verné a lo especial de los colegios y residencias y misiones desta provincia.

En el colegio de Lima han residido de ordinario como cincuenta. Los diez y seis son sacerdotes. Lo interior de casa gracias al Señor ha ido bien, especialmente la probación, en lo cual se ha puesto particular cuidado, que sea con exacción, conforme a nuestro instituto. Viven en casa apartada del colegio, con su portería. Tienen las pláticas y conferencias y oración y todo el orden del noviciado cumplidamente, conforme a las reglas que V.P. ha enviado. Y así, se les ve a los novicios más alegría, aprovechamiento y devoción. Hacen sus mortificaciones dentro y fuera de casa y acuden a los hospitales a servir a los pobres y a otras probaciones. Están al presente debajo del cuidado del maestro de novicios trece. Los antiguos también se han ejercitado en mortificación y oración con más cuidado. Hase visto notable fructo en haberse recogido algunos días a los Ejercicios, muchos los más de casa.

Los ministerios acostumbrados se han proseguido siempre. los sermones en nuestra iglesia y en la plaza han tenido siempre concurso de gente, especialmente en la cuaresma y Semana Santa, que con ser nuestra iglesia en demasía grande y capaz, por estos tiempos se hinche, y con mucha devoción y lágrimas del pueblo en los sermones y divinos oficios. Las confesiones y comuniones en esta tierra no son tan frecuentes como en Europa, pero las fiestas principales, y cuando hay jubileos e indulgencias, acude tanto número que no se les puede recado con haber doce o catorce que oyen confesiones. En necesidades de los prójimos, espirituales y temporales, han ayudado bien los nuestros, y así se han hecho algunas cosas de mucho servicio de Dios nuestro Señor, que por ser particulares y menudas, no hay necesidad de referirlas.

Para más ayudar los morenos, que es gente en extremo necesitada de doctrina, se ha dado orden cómo todos los domingos antes del alba se taña a sermón para ellos, y con ser antes de amanecer, acude tanto número y con tanta devoción, que hinchen toda la iglesia, y al alba oyen misa y el sermón que les predica el P. Rectorr[19]. Esto ha sido cosa que ha dado mucha alegría viendo el fructo destos sermones.

Los indios van cada día creciendo en número y devoción. Ha ayudado mucho tener predicadores y confesores y buenas lenguas que con mucho celo tratan su ministerio. Hay buena suma de indios devotos que tienen su disciplina cada semana, y rezan su rosario y entienden en obras pías, y acuden todas la fiestas y domingos por las tardes a nuestro colegio, y no hay echallos de allí hasta la noche. Destos, unos traen a otros y cada día hay confesines de nuevo, y algunos que por muchos años habían fingido ser cristianos, movidos de estos sermones y pláticas se han bautizado con muestras de verdadera fe y compunción.

En los estudios deste colegio se había este año procurado poner más cuidado y orden, deseando cumplir lo que V.P. tiene ordenado, y en esta provincia se experimenta ser muy necesario que es tener ella algún seminario perfecto de estudios, de donde se pudiesen proveer obreros para tantas partes necesitadas como hay en estos Reinos, y no se diese tanta molestia a las Provincias de España sacándoles sujetos ya hechos, pues para este intento fue muy oportuno el socorro que V.P. nos envió el año pasado con diez y seis de los nuestros, los cuales todos llegaron con salud y con el más breve y próspero viaje en este Mar del Sur, que se ha visto después que se descubrió. Con su llegada se pusieron en orden los estudios mudándose los preceptores de gramática, y dándose principio a otro curso de artes, acabado el que entonces se leía, y añadiéndose otra lección de teología y otra de Secunda Secundae. Los oyentes de casa eran doce y de fuera acudía buen número porque tenían opinión de las lecciones que los nuestros leían, y había continuo ejercicio de repeticiones cada día, y conclusiones cada semana.

Tuviéronse dos actos de teología con mucha satisfacción. El uno tuvo el Padre que V.P. nos envió para leer teología[20], sin presidente, y fue extraordinaria la opinión que se cobró de él. El otro tuvo un Hermano que había de comenzar el curso de artes, presidiendo el provincial[21], que leía la materia de fide, y también este hermano dio gran muestra y satisfacción. Halláronse a estos actos los que acá hay que tengan opinión de letras, así de las religiones como de la universidad. También el curso de artes, que iba ya al cabo, se concluyó con mucho gusto y reputación de nuestros estudiantes, porque habiendo los de la universidad puesto gran rigor en los exámenes de los que se habían de graduar, se examinaron y graduaron de bachilleres que iba yaaiversidadido el provincial veinte y cuatro estudiantes del curso, y en sus exámenes lo hicieron tan bien, que sin dubda pudieran ganar honra en las universidades de España.

Acabado este curso se comenzó luego otro, al cual acudieron todos los estudiantes que había suficientes para él, sin que fuese alguno a oír el curso que en la universidad se comenzaba, porque del maestro y del modo de leer de la Compañía tenían entera satisfacción. Los oyentes deste curso eran treinta. Los estudiantes de humanidades también se iban aprovechando y tenían sus ejercicios ordinarios de composiciones en prosa y metro y sus certámenes y premios, con que muchos se animaban a los estudios, señaladamente por las fiestas y octavas de Corpus Christi tuvieron nuestros estudiantes oraciones y composiciones en latín y en español, que reciptaban en nuestra iglesia delante del Santísimo Sacramento con mucho gusto y edificación del pueblo, y últimamente una comedia o representación de la parábola del hijo pródigo, la cual se representó en nuestra iglesia con todo el concurso del pueblo posible, y con tanta gracia y aparato que puso admiración. Hubo hartas lágrimas en esta representación. No faltaron algunos a quien les fue motivo para hacer mudanza de vida. Fue tanto lo que al señor Visorrey [22] alabaron esta obra, que por haber estado indispuesto no se pudo hallar a ella, que envió a pedir al provincial se la hiciese representar, con tal término, que obligó a hacello, y así se representó este coloquio delante de su Excelencia y de los señores inquisidores y otros caballeros, y dijo el Virrey que no había visto jamás cosa mejor, si no fuera tan breve, habiendo durado tres horas o poco menos.

En el aprovechamiento de las costumbres y virtud no ha habido menos cuidado, confesándose cada mes y comulgando a la misa de Nuestra Señora, que nuestros estudiantes ofician en canto de órgano, y lo mismo en el acudir cada día a rezar su rosario por la tarde, y a la misa por la mañana, y en los sábados por la tarde a visitar los hospitales, con los demás buenos ejercicios que se usaban. Con esto ,y con haberles hecho unas aulas buenas y animarlos con algunos medios honestos, habían crecido estos estudios. El número de los estudiantes sería cuasi trecientos, y de cda día iba creciendo, porque de provincias y reinos muy remotos venía copia de estudiantes por la fama de los estudios de nuestro colegio.

En el pueblo de Santiago están dos de la Compañía, un padre y un hermano, que tienen cargo de los indios que allí residen, cuyo ejercicio y aprovechamiento es el que en otras se ha escrito. Mostraron estos indios las devoción que tienen a la Compañía, porque mudándoles un padre [23]que estaba con ellos, para el Cuzco, y sabiéndolo, con muchas lágrimas y exclamaciones pidieron no se les quitase, hasta ir con su demanda al virrey, y viendo que no podía hacerse otra cosa, con mucho sentimiento y lágrimas se iban con el dicho padre, que apenas los podía despedir de sí en tres o cuatro jornadas.

Del colegio de Lima van algunas veces padres y hermanos para predicar y confesar a los indios de Santiago ,ayudando a los nuestros que allí están. Una iglesia grande y cómoda se ha edificado, aunque no se ha acabado, y para un colegio de hijos de caciques se ha tratado de dar asiento en Santiago, que será cosa de grande utilidad, aunque no está concluido hasta ahora este negocio. En este pueblo han estado algunos de nuestros estudiantes aprendiendo la lengua, que no es pequeña comodidad.

En el colegio del Cuzco residen catorce de la Compañía, seis sacerdotes y ocho hermanos. Destos los tres padres atienden a las confesiones y doctrina de los indios, y un hermano diácono les predica y hace pláticas, y es muy acepto. Los demás padres y hermanos atienden a los ministerios de casa y a los españoles de la ciudad. Los sermones de nuestra iglesia y de la plaza se han siempre continuado y se van continuando con gran concurso y fructo, mayormente después que predica allí el Padre Portillo [24], al cual sigue todo el pueblo, y a él acude con sus trabajos y necesidades, que han sido este año muchas por haber ido jueces pesquisidores y ser de gran números los presos y afligidos. En esto y en pacificar discordias tienen bien que hacer los padres que están allí. Las lecciones de gramática y doctrina de los niños y morenos se prosigue como en otra se ha escripto.

Lo que pertenece al aprovechamiento de los indios, por la gracia del Señor va siempre adelante, y aunque en el Cuzco ha habido grandes contradicciones y murmuraciones contra los nuestros y contra los indios que frecuentan nuestra casa, ya por la misericordia de Dios han cesado, viendo el manifiesto y enmienda de sus costumbres y firmeza en la fe. Vienen cada día a misa muy de mañana, y las tres primeras misas está la iglesia tan llena de indios, que aún hasta bien fuera no caben. Díceles la doctrina. Todo el día está el patio nuestro y portería llena de indios que vienen a confesarse, así del Cuzco como de otras partes, que unos traen a otros. Los viernes hacen su disciplina más de doscientos con grande devoción, y predícanles en su mercado los viernes en la tarde. Los domingos se les predica por la mañana en la casa, y después por sus parroquias, y a la tarde en la plaza y en la iglesia mayor, y después se enseña el catecismo en nuestra casa, y todos estos sermones oyen sin cansarse, que pone admiración ver el gusto que en esto tienen, siendo verdad que en otro tiempo apenas los podían traer a palos a la doctrina. Los que comulgan, que son primero largo tiempo examinados y probados, dan mucha edificación en todo el pueblo, y algunos destos quiso examinar el señor Obispo [25], y halló tanta suficiencia en ellos, que con grande encarecimiento los alabó y dio su bendición. Señaladamente uno, indio antiguo, que le tienen por padre, da ejemplo de gran siervo de Dios. Sacó por escripto licencia del señor obispo, y otra mía para que le comulgasen a menudo y le diesen la extremaunción y comunión cuando muriese, y le enterrasen en nuestra casa, y este papel guardaba como reliquias y le besaba muchas veces.

Cosas particulares se ofrecían muchas que decir destos indios, pero por la brevedad se dejan. Sólo una que ha sido muy notada en el Cuzco y en todo este reino, diré brevemente, y es que habiéndose comenzado a abrir los cimientos de la iglesia que se hace en nuestro colegio a instancia de todo el pueblo, los indios han tomado tan de propósito el trabajar en ella y ayudar con sus personas y con los que tienen que ha puesto en admiración su fervor y perseverancia en esto. Son los cimientos de más de cuatro estados [26], y muy dificultosos de hacer, y en lo hondo dellos se halló una pared de edificios antiguos del Inga, de más de diez y seis pies de grueso, toda de piedra grande, que puso grande admiración. Para estos cimientos han traído de piedra antigua y labrada tanta cuantidad que, aunque la iglesia fuera doblada de lo que ha de ser, sobrara la piedra. Traen esta piedra de edificios antiguos que en el Cuzco los había en tiempos de los ingas, muy bravos[27], y son algunas piedras de extraña grandeza. Júntanse por sus aillos, o parentelas, a traer la piedra a nuestra casa, y vestidos como de fiesta, y con sus plumajes y galas vienen todos cantando por medio de la ciudad y diciendo cosas en su lengua, que ponen devoción oíllas: ‘Vamos, hermanos, y llevemos piedra para edificar la casa del Señor. Aquélla es nuestra casa, y allí nos hacen bien. Allí nos enseñan la ley de nuestro Dios y Redemptor. Vamos trabajemos, que buen Dios tenemos, y buenos padres son éstos’. Y a este tono otras canciones. Los ingas, que eran los principales señores desta tierra, trabajan con más fervor en la obra, y los carnares[28], que son otros indios, que tienen la fortaleza, y se precian de haber sido siempre leales a los españoles, van en competencia trayendo piedra con sus cantares, plumajes, etc., y aun hasta las mujeres se cargan de piedra y van también cantando a la obra. A una destas, que era india rica y principal, viéndola uno ir cargada por la plaza, le dijo que de mezquina y miserable se dejaba cargar, pudiendo pagar a un indio que llevase la piedra. Ella respondió que hacienda tenía para mucho más, pero que el merecimiento de trabajar en la obra de Dios no se lo daba a ella el que trabajase por su dinero. Con este fervor han hinchado un gran patio donde habrá dos o tres mil carretadas de piedra. Y aun a algunos dellos, con invidia de gente que no gusta de ver esto, les ha costado azotes y malos tratamientos, y con todo esto no hay desvialles desta obra, aunque comúnmente todo el pueblo se ha edificado y echado mil bendiciones a los indios y dado muchas gracias a Dios por el fervor y devoción que en estos indios ven.

En Juli están al presente once de la Compañía: ocho sacerdotes y tres hermanos. Los padres todos saben la lengua de los indios, sino es uno que la va aprendiendo agora. Y algunos dellos saben las dos lenguas, quichua y aymara, y algunos también la puquina, que es otra lengua dificultosa y muy usada en aquellas provincias. Tienen gran ejercicio de la lengua y cada día se juntan una o dos horas a conferir haciendo diversos ejercicios de componer, traducir, etc. Con esto tenemos ya experiencia que en cuatro o cinco meses aprenden la lengua de los indios los nuestros, de suerte que pueden bien confesar y catequizar, y dentro de un año pueden predicar con gran facilidad y abundancia, y en esto se pone diligencia, porque se ve por experiencia que consiste en ello la conversión de los indios. Y no se ocupan solamente en el pueblo de Juli los padres, sino de allí salen a misiones por todas aquellas provincias que tienen suma necesidad, y han cobrado gran opinión de los nuestros con lo que oyen decir de Juli, aunque hasta ahora las misiones no se han usado tanto por tener aquel pueblo necesidad de acudir enteramente a él, y no haber habido tantos obreros como al presente.

En nuestra casa se vive con tanto recogimiento y religión como en cualquier colegio, y no sé yo que la haya en esta provincia donde haya hallado más observancia de nuestro instituto y ejercicio de mortificación y obediencia que allí, porque todos los que están allí es gente probada en la Compañía, y así están con gran consuelo viendo el fructo notable que por la gracia del Señor se hace. En lo temporal tienen más comodidad que antes porque el señor visorrey les añadió a lo que tenían, de manera que pueden hacer limosnas. Las limosnas que se dan al pueblo, a pobres y enfermos, son muchas, y es uno de los santos medios para aprovechar a los indios en lo espiritual hacerles bien en lo temporal, y así se ve que con esto han cobrado afección a los nuestros.

El pueblo de Juli está repartido en tres parroquias. La mayor, que es la de Santo Tomás, tiene a cargo el rector [29] con otros dos padres. Las otras dos, que son de Nuestra Señora y de San Juan Baptista tienen a cargo otros dos padres con otros dos ayudantes. Van cada día a su parroquia, especialmente los días de la doctrina que son tres en la semana. Los domingos y fiestas dicen misa y predican por la mañana cada uno en su parroquia, y por la tarde, veniendo todas tres parroquias, cada una por sí, en procesión a la iglesia mayor, cantando la doctrina en su lengua, con tanto concierto que pone devoción verlo. Después se les platica y declara la doctrina a cada parroquia por sí, y se les pide cuenta y dan premio de imágenes o rosarios, a los que mejor razón dan de la doctrina, y con esto y con algunos cantarcitos devotos se vuelven muy contentos, y en esto ganan las fiestas. Entre semana se enseña el catequismo a los niños y viejos y gente ruda. Todos los domingos hay bautismos, y algunas veces de adultos.

Hízose con diligencia este año padrón de todo el pueblo. Halláronse cuatro mil personas sin las que estaban fuera en diversas partes. Destos eran diez mil de confesión. Habían confesado hasta entonces, que era por principio de diciembre, como siete mil y quinientos. Quedaban los demás para confesarse ahora. Destas confesiones más de la mitad habían sido generales y de muchos años, y de esto se ha padecido hasta ahora gran trabajo, porque estaban estos indios generalmente muy faltos de conocimiento de Dios y de su ley, y muy llenos de grandes idolatrías y borracheras y deshonestidad. Ya por la gracia del señor hay tanta enmienda, que parecían otros hombres, y es consuelo conversarlos y doctrinarlos.

Abránse bautizado en este año y el pasado trescientos adultos, bien catequizados y preparados y muchos dellos de más de setenta y ochenta años de infidelidad. Otros, que eran cristianos fingidos y se confesaban fingidamente sin ser bautizados, a los cuales ha tocado Nuestro señor para que se convirtiesen a Él y recibiesen el santo bautismo. Los que han salido de amancebamiento y tomado el estado del matrimonio pasan de doscientos. De la embriaguez y borracheras, ques la mayor pestilencia destos indios, hay ya tan poco, que apenas se halla una,

Aunque den vueltas a todo el pueblo, porque se ha puesto en extirpar este vicio gran diligencia por diversos medios, y el Señor ayuda, que es lo principal. Los indios hechiceros y confesores que, como otra vez se ha escripto a V.P., son los maestros de idolatría a quien acuden los demás a confesar sus pecados y buscar medios de sus necesidades con diversos sacrificios y supersticiones, todavía hay algunos encubiertos, y éstos destruyen al pueblo. Pero con la gracia del Señor, muchos destos se han reducido y detestado en público y en secreto sus errores, y algunos dellos viven ejemplarmente. El Señor por su bondad se digne llamar a los que están todavía en su ceguedad, o los despache desta vida para que cese tan gran impedimento del Evangelio.

Hay entre estos indios una buena suma de gente que se da con más fervor a las cosas de Dios y se confiesan a menudo con tanta luz y sentimiento como si fuesen religiosos. Tienen su disciplina que dura gran rato los viernes. Están muchas horas de rodillas delante del Santísimo Sacramento, y algunos toda la noche. Es consuelo ver tanta gente que apenas ha amanecido, cuando están a la puerta de la iglesia, y en abriendo entran con mucha devoción a rezar, y puestos de rodillas derraman muchas lágrimas, y oirles lo que hablan con Nuestro Señor con aquella simplicidad, es particular gusto. A una india se puso a escuchar un padre, y oíla estas razones: “Señor, tú me hiciste india, y yo soy una tonta, que no tengo entendimiento. Soy pobre. No tengo más que pan. Dame corazón bueno. Sácame éste que tengo. Mira que no soy señora de las de Castilla, sino una india triste. Dicen que tú, Señor, no aborreces indios, sino que los quieres salvar. Pues, ¿por qué no me abres mi corazón, que soy una bestia y una piedra? Hazme buena cristiana, que yo te serviré”. Y a este modo otras cosas con gran compunción. Algunas son tan sencillas, que llegan al altar mayor donde está el Sanctisimo Sacramento, y dicen: “Padre mio, que me engendraste. Loado sea Jesú Cristo. Aquí estás, Señor, no me olvides”. Y cada vez que visitan el Sanctísimo Sacramento, suelen decir al Señor: “Loado sea Jesucristo”.

Hanse visto en las confesiones muy notables llamamientos de Dios, que parece se digna llamar a esta gente con particular ayuda. Un indio se llegó a un padre hincado de rodillas, con una gran suma de quipos, que son unos memoriales que traen de sus pecados, diciendo que se quería confesar generalmente, porque había callado siempre un pecado, y que tantos días había le apareció una noche una señora con otros muchos de gran majestad, y le dijo: “Hijo, tantos años ha que callas tal pecado. Todas las confesiones que has hecho no te aprovechan. Mira que te confieses bien, que éstos que vienen aquí, han de ser testigos. El indio se confesó con tanto sentimiento y orden de toda su vida que, sigún decía aquel padre, se podía bien creer que la reina del cielo había sido la maestra. Otro indio de los devotos que se confesaba a menudo, por tentación del demonio tornó a sus desventuras pasadas, y por vergüenza del padre con quien se solía confesar, dejó del todo las confesiones. A éste, según él decía, le apareció una noche Nuestro Señor Jesu Cristo con gran severidad y espanto, y le mandó azotar reciamente, de suerte que a la mañana se vio todo acardenalado y con sangre y mucho dolor, y con todo eso, disimuló por algunos días el venir a confesar hasta que ub día le dio un mal súbito y le puso en extremo de muerte, y entonces, temiendo ya su condenación envió a llamar al mismo padre y se confesó con muchas lágrimas, y dándole Nuestro Señor luego salud, prosiguió en sus buenos ejercicios. A este modo hay otras cosas que muestran tener Dios cuidado de la salvación desta gente.

Una confradía de Nuestra Señora se ha instituido hogaño de grandísima utilidad para estos indios. El intento principal Della es que todos los cofrades sean perseguidores de la idolatría y borracheras. Tienen estos cofrades sus pláticas de Dios ciertos días, y sus confesiones y disciplinas. Por medio destos cofrades se han manifestado muchas hechicerías y remediado ofensas de Dios. Particularmente, dos hechicerías grandes y muy perjudiciales se descubrieron de unos hechiceros que habían venido de Potosí y pretendían plantar su infidelidad en el pueblo de Juli. Los hechiceros fueron castigados públicamente, y nuestros indios se edificaron no .poco. Estos cofrades son tenidos como por religiosos, y así, para entrar en la cofradía se examinan como si fuese entrar en religión. Señaladamente se ve en estos indios gran reverencia y devoción al papa y a las cosas de la Iglesia, que es cosa que han mucho notado los padres, con Agnus Dei y cuentas benditas y reliquias tienen grandísima devoción, y hanse visto algunas obras maravillosas por la reliquia del santo Lignum Crucis, especialmente en partes peligrosas.

De los pueblos comarcanos y otros más lejos acuden de ordinario gran copia de indios que vienen a confesarse con los padres, y en muchos dellos se ha visto notable enmienda, y en sus pueblos unos a otros se convidan a venir a confesarse con los padres, que ellos llaman santos. Un sacerdote me contó de un indio de su pueblo, principal y muy virtuoso, que habiéndose ido a confesar con los nuestros, cuando volvió le dijo: “Padre, dame una sobrepelliz, que quiero predicar a estos indios”. Y el sermón que les hizo fue en suma: “Hermanos, ya sabéis cómo yo he sido un gran bellaco y vosotros también lo sois, pero yo heme confesado ya con los padres de Juli, y de aquí adelante he de ser bueno. Vosotros mirad que no seáis bellacos como hasta aquí, porque yo he de perseguir a los malos, aunque sean illacates[30] y curacas. Por eso, mire cada uno cómo vive”. Y en efecto, así lo hizo como lo dijo, que dándole el padre el oficio de fiscal, fue gran perseguidor de los idólatras y borracheras y amancebamientos, sin perdonar a nadie por rico y principal que fuese.

La escuela de los niños es la cosa que más fructo promete en Juli. Hanse puesto hogaño muy en orden. Son trescientos muchachos los de la escuela. Tiene cuidado dellos un hermano, gran lengua y siervo de Dios. La habilidad destos muchachos es admirable. Toman con gran facilidad todo lo que se les enseña. Han representado este año dos o tres coloquios o comedias, en su lengua, de cosas muy útiles a la edificación de los indios. Yo me hallé a una que me causó gran consolación con entender harto poco de su lengua. Aprenden el catecismo breve y largo y enséñanle a los viejos y a los demás. Aprenden también canto para oficiar los divinos oficios, porque el culto divino entre estos indios es de gran importancia, y aun hay capillas de cantores y flautas para los días de fiestas solemnes, y cada día cantan la Salve y Prima y Completas. Estos muchachos son los perseguidores de hechiceros y borracheras y deshonestidades. Es muy ordinario, cuando los padres confiesan, preguntando los indios si se emborrachan o hacen hechicerías y borracheras y deshonestidades: “No, padre, que me reñiría mi hijo”, y así, hay buena esperanza que con la buena institución destos muchachos se ha de reformar en gran parte el abuso y malas costumbres desta tierra.

Aunque el fructo, que por lo dicho se puede entender, consuela grandemente a los nuestros, no deja con todo eso de haber algunas tribulaciones para ejercicio de paciencia y cruz, porque de algunos sacerdotes y españoles y ministros de justicia son murmurados, aunque otros se edifican y aprovechan de su doctrina y ejemplo, y vienen a hacer confesiones generales a Juli, y en sus doctrinas van imitando el modo de los nuestros. También entre los mismo indios hay algunos que son perseguidores de los virtuosos y devotos, y hacen burla y escarnio dellos y de los padres.

El trabajo de acudir a los enfermos para confesallos y socorrellos es continuo día y noche, especialmente hogaño que corrió una manera de peste por todo este reino, de que enfermaron muchos indios, aunque al respecto no murieron tantos. Padre hubo a quien en pocos días le fue forzoso confesar más de cuatro cientos enfermos. Y muchos dellos generalmente, aunque decía este padre que entonces se había más conformado en el fructo que se hacía en estos indios, porque a muchos veía morir con tanta luz y con tanto afecto a Jesu Cristo, y diciendo cosas tan tiernas y devotas, que nunca había visto tal en españoles, aunque había ayudado a morir a muchos, y lo mismo dicen los otros padres que han visto de un año a esta parte en las muertes de los que han sido catequizados y se han confesado bien.

Antes de comenzar este género de peste, en el pueblo de Juli se vio en el cielo una señal notable, y fue que siendo bien noche se vio un globo grande de fuego que salía de una nube de la parte de oriente y poco a poco se vino a poner en otra nube a la parte de occidente, y luego rompió en un trueno espantable que a los indios y a los nuestros puso no poco temor, y el día siguiente dicen comenzaron de golpe las enfermedades que he dicho. También causa harto desconsuelo muertes súbitas que suceden bien de ordinario, y harto más desconsuelo un maldito uso que hay en aquellos indios de ahorcarse por causas muy leves. Esto en partes de ha disminuido, aunque no cesado del todo, con algún castigo que se ha hecho en el cuerpo de los tales desesperados, haciendo que los muchachos los traigan arrastrando desnudos por el pueblo, y después quemándolos en público delante de su parentela, que se tiene por gran desventura e infamia entre los indios. Uno que estaba ya ahorcado y para expirar, teniendo aviso, los padres corrieron y cortaron la soga, t volviendo en su sentido con las palabras de los padres se arrepintió y confesó con muchas lágrimas, y murió muy devotamente de allí a tres días.

Otros trabajos y dificultades se padecen en la conversión destos indios, pero Nuestro Señor Dios da esfuerzo y gracia para llevar su cruz para la salvación de las ánimas, y por la bondad del Señor todos los nuestros que residen en Juli han tenido y tienen salud, y aun algunos, no la tiniendo en otra parte, la han cobrado allí.

En Potosí residen nueve: cinco sacerdote y cuatro hermanos. Los tres sacerdotes y un hermano se ocupan principalmente con los naturales que concurren allí de todo el reino, predicándoles en dos lenguas, la del Cuzco y la aimara, ques la que más se usa en Potosí. Los demás atienden principalmente a los españoles, que tienen gran necesidad de doctrina y consejo para los casos de conciencia, que en sus contrataciones les ocurren. Tienen los nuestros comodidad y casa y iglesia suficiente con muchos ornamentos que les han dado de limosna. La renta que se hizo de lo que el pueblo dio para fundación de aquella casa es dos mil y quinientos pesos cada año, que por ser en Potosí todo el acarreo y tan caro, es necesario para sustentarse hasta doce o catorce personas. La devoción y afición de los españoles a la Compañía es allí mayor que en parte ninguna deste reino, y así acuden a los sermones que se predican en la iglesia y en la plaza con gran frecuencia, y es casi cada día, mañana y tarde, el ir a consultar casos de conciencia, y en esto se hace gran servicio a Dios nuestro Señor declarándoles lo que es lícito y no lícito, y atajando muchos pleitos y pasiones por este medio. Hace mucho efecto el predicarse en la plaza un día en la semana destas materias de contratos y restituciones. Las confesiones y comuniones y otras obras pías no sé yo que en este reino se frecuenten en otra parte más. Con ser Potosí la Babilonia del Pirú, donde ningún uso ni memoria había destas cosas, es grande la suma de la gente que acude a aquel cerro, y todos muy ocupados, unos con los metales que sacan y benefician del cerro con sus ingenios, otros en los azogues, otros en el rescate de la coca, y otros en la rpa que se trae a Potosí, y porque se entienda la grosedad de aquel asiento, diré lo que de cierto supe de los oficiales reales que en solo este años se habían sacado de quintos reales, setecientos mil castellanos, que parece cosa increíble y es verdadera. Conforme a esto podrá Vuestra Paternidad la necesidad que hay de doctrina donde las contrataciones son tantas y tan gruesas.

En los indios no es menor la devoción para con la Compañía, ni el fructo que se hace con los sermones que se les predican en las plazas y en las iglesias y con las procesiones, y no se les puede dar recaudo a la décima parte, aunque agora con los padres que han ido de nuevo, que saben ambas lenguas, quichua y aimara, podrán ser mucho más ayudados y consolados, y tienen también su disciplina muchos dellos, y ocúpanse en obras pías. Señaladamente cuando se ven enfermos llaman con mucha instancia al padre teatino [31], que ellos dicen, y se ve en sus muertes notables muestras de devoción y fe, y aunque no ha faltado quién les predique en su lengua, divirtiéndolos de la devoción a la Compañía, lo que han sacado ha sido frecuentarla más doble que antes

En Arequipa se han hecho este año pasado dos misiones: la una fue de dos padres y un hermano, antes de cuaresma, y el un padre predicaba y confesaba a los españoles, el otro a los indios, lo cual se hizo con edificación y fructo el tiempo que allí estuvieron, que fueron más de dos meses. Pasado la cuaresma el un padre el un padre con u hermano salieron a hacer una misión a indios,, de que se sirvió Dios nuestro Señor. Fueron primero a una valle que se llama Puchomayo, donde hay muchas heredades y españoles y mestizos y negro. Allí dijo la doctrina el hermano Casasola [32] y el padre Augustín Sánchez confesó y comulgó algunos que los estaban esperando. De allí fueron a otro valle que se dice Víctor, y aunque había bien que hacer pararon poco tiempo en él. Fueron a otro, que se dice Lucana, donde los recibieron y hicieron mucho regalo. Este es un valle el más necesitado de doctrina que había visto el padre en esta tierra y en todo lo que en ella ha andado. En él están muchas estancias de heredades de viñas y trigo, y mucha gente, así mestizos como negros y muchos más indios. Un pueblo está en este valle media legua desta estancia, que se dice Lampamiro, donde hay más de docientas casas de indios con una buena iglesia, sin muchos otros indios al contorno.

Está tan desamparado todo este valle, que por verdad se supo de los españoles, mestizos, negros e indios haber pasado dos años sin que se dijese misa en la iglesia, ni ellos haberla oído ni haberse confesado, y muchos dellos ni aun en toda su vida, y en este tiempo los niños morían sin baptismo, y todos los demás sin confesión. Aquí se detuvo el padre, aunque poco, y confesó todos los enfermos, y el hermano dijo la doctrina, allegándose todos con grande afición, y viendo que no se detenían alli, los indios, por oir la doctrina y por confesarse, siguieron a los nuestros con tanta importunidad que no los podían despedir de sí, y no solamente los indios, pero también morenos y españoles los iban siguiendo de una jornada a otra por no poderse detener y dónde pararse a hacer noche, confesaban los que podían y consolaban a los demás, ofreciendo de volver más de espacio, pero ellos se despedían con tanto sentimiento y pena como quien se veía sin amparo ni esperanza dél, porque en treinta leguas que duró el caminar así, no se halló sacerdote ni hombre que enseñase la doctrina cristiana, ni aun supiese para sí lo que era obligado.

Es este camino muy trabajoso de cuestas intolerables y calores excesivos, u de un valle a otro no hay gota de agua. Llegaron a otro valle que se dice Pitay, donde había ocho meses que aquellos españoles y negros y indios no habían oído misa. Díjose la doctrina y misa y confesose y comulgó aquella gente. Era tanta la alegría de ver padres de la Compañía por aquella tierra, que los salían a recibir gran rato antes de los pueblos y valles. Y tenían hechos grandes enramadas y arcos en las partes por donde habían de pasar, y aunque fuesen de paso, siempre se decía la doctrina y se llegaba a oílla mucha gente. Finalmente, llegaron diez leguas del repartimiento de Pampacolca, que es donde la obediencia los enviaba. Allí estaban aguardando treinta o cuarenta indios y dos o tres caciques con muchos regalos de fructa, pan y vino y mucho pescado por ser viernes, y de allí fueron acompañados con gran fuerza de gente que se iba llegando.

A un pueblo, seis leguas de allí, se les hizo un gran recibimiento por el curaca principal y por otros que había venido de al rededor, y así, los llevaron al pueblo de Pampacolea, donde fueron recibidos con grande alegría y devoción de todo el pueblo, que los niños, viejos y viejas salían diciendo muchas exclamaciones, diciendo unos a otros: “Ya viene nuestro padre. Ya no tenemos qué temer”, tanto, que el sacerdote questaba allí comenzó a no gustar de tanta fiesta, y así, al día siguiente se partió para el Cuzco, donde había de ir, aunque no tan presto, de que los indios no recibieron poco contentamiento. Fue nuestro Señor servido que llegasen el padre y hermano a tiempo de grande necesidad, porque habia dado una manera de pestilencia de que enfermaron y morían muchos, y murieran sin confesión si el padre no hubiera ido, porque el sacerdote de allí estaba de partida del Cuzco, y así en confesar enfermos y ayudar a morir, hubo a la continua bien en qué entender.

Viendo que la mortandad iba muy adelante, ordenó el padre una procesión muy solemne, la cual el pueblo todo y los de la comarca hicieron con gran devoción en reverencia de la santa cruz, en cuyo día se hacía, y de allí adelante fue nuestro Señor servido que murieron muy pocos, o cuasi ningunos, mas todavía enfermaban muchos, y por eso, al cabo de muchos días fue el padre a todo el pueblo, y les hizo una plática en que les persuadía que se convirtiesen a Dios y se confesasen, especialmente los curacas [33] y fiscales y principales, y que se repartiese limosna cada día a los pobres y enfermos, y así se hizo lo uno y lo otro, dando los curacas mucha harina para amasarse pan y muchos carneros en cantidad de la comunidad, lo cual se repartió a los que tenían necesidad, y juntamente se ordenó una procesión mucho más solemne que la primera, y se hizo con gran devoción de todo el pueblo, porque había el padre que, si con fe verdadera lo pidiesen a Dios, se lo concedería.

El tiempo que estuvieron en Panmacolca guardaban este orden: por la mañana, una hora antes de salir el sol, tañían a la doctrina y juntábase todo el pueblo con los dos curacas pricipales, y todos oían la doctrina una hora, la cual acabada se iban los indios labradores, que llaman atunrunas [34], y quedaban los desocupados. Otra hora después se prosiguía la doctrina con los niños y niñas, viejos y viejas, hasta medio día. A la tarde tornaban a tañer una hora antes de ponerse el sol, y juntábase otra vez todo el pueblo, y estaban otra hora aprendiendo la doctrina, y cada día se hacía procesión particular. Los cantares que enseñaban a los niños en su lengua y la nuestra, tomaban todos con mucho gusto, y en las chácaras [35] y en sus casas y en los caminos no se oía cantar otra cosa, y algunos cantores que había allí, muy diestros, los ponían en canto de órgano y cantaban en las misas y procesiones el catequismo. Fue cosa maravillosa cómo lo tomaron cuasi todos de coro, y cuando los padres iban a pueblos de alrededor a confesar, oían a los indios en el campo haciendo sus labores, decir el catequismo, preguntando unos y respondiendo otros, y cuando volvían al pueblo salíanlos a recibir gran trecho diciendo la doctrina y cantares que habían aprendido.

Estuvieron en este pueblo de Pampacolca, que será de ochocientos y cincuenta vecinos, como dos meses, al cabo de los cuales llegó la obediencia que fuesen al Cuzco, y sabido esto por los indios, parecía un juicio vellos unos con otros rogando a los padres que no se fuesen, y diciéndoles que agora que sabía qué cosa era Dios y comenzaban a ser cristianos, se iban y los dejaban. Otros decían: “Estos padres no buscan plata ni nuestro ganado, ni nuestra ropa, ni quieren nada sino enseñarnos las cosas de Dios, con buena voluntad. Muy tristes están nuestros corazones porque se van”. Y repetían estas cosas y otras llorando hasta otro pueblo y más adelante. En fin, concluyeron su misión conforme al orden que tenían de la obediencia, y después fueron estos indios al Cuzco a pedir al provincial que otra vez los enviase aquellos padres, diciendo el mucho bien que dellos habían recibido.

Este mismo año se hizo otra misión a Arequipa, porque sucediendo la muerte de un ciudadano de allí, muy rico, que había hecho donación de dos mil pesos de renta para que se fundase un colegio de la Compañía en Arequipa. A persuasión de ciertas personas, al parecer no muy bien afectas, añadió un codicilo en que declaraba que si dentro del presente año no se fundase el colegio, la manda que dejaba en su testamento para el efecto fuese ninguna. Por esta causa pareció convenir que un padre y un hermano viniesen y tomasen cierta casa muy a propósito si la Compañía hobiese de fundar colegio en Arequipa, para lo cual toda la ciudad había ofrecido muchas mandas con el deseo que ha tenido mucho ha, de tener allí la Compañía. A cabo de algunos días fueron enviados otros dos padres y dos hermanos, que hiciesen en Arequipa los ministerios de la Compañía entre tanto que venía de V.P. confirmación, y del señor visorrey se alcanzaba licencia, que se la había enviado a pedir.

De los nuestros que estaban al presente en Arequipa, el superior [36] . El P. Barzana con los dos hermanos se recogió al hospital, y no por eso aflojó el hacer los ministerios de la Compañía, predicando en la plaza a los españoles un día de la semana, y otro haciendo pláticas en la iglesia del hospital y a los indios, cuyo ministerio él de todo corazón les ha predicado en su lengua todos los domingos y fiestas, con gran fervor, y la doctrina cristiana se ha proseguido siempre por las calles y plazas, así a los españoles como a los indios. Desto ha redundado tanto fructo, que hace bien conocer aquella verdad antigua, que con las persecuciones crecía el Evangelio, porque la devoción de los españoles, y especialmente de las principales señoras, se ha mostrado bien en sus confesiones y comuniones ordinarias, y en el cuidado de proveer de limosna a los nuestros con gran abundancia.

Todas estas señoras escribieron una carta al señor visorrey, suplicándole les volviese la casa a los padres de la Compañía, y el cabildo de la ciudad hizo lo mesmo, aunque hasta agora se está la cosa de la mesma manera. Mas el principal fructo se ha visto en los indios, porque las confesiones que han acudido, y acuden siempre, son innumerables, y muchas o las más dellas, generales, y de gente estragadísima, porque con el buen temple y mucho regalo, es la ciudad de Arequipa sujeta en gran manera a vicios. De ordinario también ha acudido el padre a confesiones de indios enfermos, que tienen extrema necesidad, y con esto se ha hecho grande servicio a Dios nuestro Señor.

Pero nada de esto ha sido parte para que el vicario [37] cesase de perseguir a los nuestros, y así se puso en querer hacerlos echar del hospital donde están, diciendo que comen la hacienda de los pobres y son gente perjudicial a la república. Y últimamente, viniendo yo a consolar y visitar a los nuestros que estaban en Arequipa, y mostrándome toda la ciudad mucho amor, como le tiene a la Compañía, y queriéndoles yo hacer algunas pláticas en el hospital, pues en la iglesia mayor no nos dejaban predicar, me requirió un sacerdote de parte del vicario que no predicase ni hiciese pláticas, y aun dijo le mandaba no nos diesen recaudo para decir misa en el hospital. Respondí yo que la licencia de predicar no la tenía yo del señor vicario [38]. De ahí adelante yo predicaría cada día. Y así lo hice, acudiendo todo el pueblo con muy grande devoción. Con esto y con alguna otra diligencia que se hizo, el vicario se moderó y comenzó a tratar mejor a los nuestros, aunque después de salido yo de Arequipa tornó a hacer molestia, y con efecto, les cerró la iglesia y sacristía del hospital, prohibiendo que no dijesen misa allí los nuestros, mas la devoción de aquel pueblo siempre va en augmento, y ultra de la fundación dicha, se han añadido más, y se entiende será una de las cosas mejores deste reino y más útiles a aquel colegio.

En Panamá han estado el año pasado y están al presente, dos de la Compañía, un padre [39] y un hermano, que fueron enviados con al gente que salió deste Pirú contra los luteranos, había ya cerca de dos años, han hecho fructo en ayudar y confesar a estos soldados el tiempo que estuvieron en las montañas de vallano, donde pasaron grande trabajo, y los luteranos e ingleses que fueron presos, fue nuestro Señor servido que por las pláticas y comunicación del padre se redujesen a nuestra sancta fe católica, y cuando los justiciaron después en Panamá, murieron bien con muestras de verdaderos católicos y de compunción de sus pecados.

Otros cuatro, los principales, se trajeron a la inquisición del Pirú.

En la ciudad de Panamá han también hecho grande fructo con los sermones y confesiones, y doctrina cristiana, y la Audiencia Real y el señor Obispo [40], y toda la ciudad, les ha mostrado mucha afición, y así, no les han dejado volver al Pirú, dando para la Compañía unas casas principales y ofreciendo lo demás necesario para que la Compañía tenga allí residencia, o a lo menos sea aquella casa para misiones y para comodidad de los nuestros que vienen de Uropa a estas partes, o van del Pirú. Aá se juzga por cosa bien importante que la Compañía tenga residencia en Panamá por la gran contratación de aquella ciudad y concurso de las flotas que vienen despaña, y por otras algunas razones, especialmente después que el rey ha mandado poner casa de contratación de la China en Panamá, y quiere que desde allí se despachen las armadas que van a la China, como al presente se está aprestando una, de manera que Panamá será el paso no sólo para este reino y India occidental, sino también para la China y India Oriental. Una señora ha dado allí a los nuestros unas casas que le costaron tres mil pesos, haciendo libre donación para que la Compañía hiciese dellas lo que quisiese. Allí están agora dos de los nuestros, y tienen si oratorio, y prosiguen con mucho consuelo y edificación del pueblo sus ministerios. y

Últimamente diré a V.P. de mi misión por toda esta provincia. El dos de agosto salí del colegio de Lima por orden del padre visitador [41] iñoeoni para el Cuzco. En medio del camino se me quedó enfermo un compañero y el otro [42] también fue indispuesto y con algún temor, que no dejó de ser algún trabajo. Llegué a dos de setiembre al Cuzco, donde el padre doctor Plaza, con la asistencia de los padres consultores [43], resumieron las cosas desta provincia, dejando orden de todo lo que ocurría muy acertado, como V.P. podrá ver. Del Cuzco salí en 20 de octubre para la casa de Juli, donde me consolé grandemente en ver el crecimiento de la fe y devoción de aquellos indios, el buen orden y modo de los nuestros, como tengo escripto. A cabo de catorce o quince días, salí de allí para Potosí, por la causa que arriba he escripto, pasando de camino por la ciudad de La paz, tratando con nuestro fundador [44] algunas cosas útiles.

En veinte y ocho de diciembre llegamos a Potosí, donde sucedió la probación que he contado, y por esta causa con las demás a cabo de un mes di la vuelta, tornando a ver los padres de Juli, y de allí a Arequipa, donde entré en veinte y siete de enero, habiendo pasado en estos caminos de la sierra algunos trabajos, especialmente de rayos, que a vista mía habían caído muchos, y muerto algunas personas.

En Arequipa me detuve quince días, o poco más, esperando un navío que había de ir a Lima, y estando ya fletado y con harta priesa de embarcarme, llegó la nueva tan triste de la entrada de los luteranos en esta mar del sur. Vinieron por el estrecho de Magallanes con atrevimiento inaudito, no se sabe de cierto cuántos galeones de ingleses luteranos. Al presente se tiene noticia de cuatro. El primero destos, después de haber hecho el daño que pudo en el reino de Quiley [45], tomando un navío y el que en él traían, llegó al puerto de Arica, ques el primero del Pirú por aquella banda, y allí quemó otro navío, y robó alguna plata, y vino al puerto de Chuller, ques el de Arequipa, donde estaba mi navío, y también le tomó. Y si la prisa que yo daba a embarcarme hubiera valido, también nos cogía dentro. Salvose toda la plata por especial diligencia, que eran más de trecientos mil pesos.

De ahí vinieron los corsarios al puerto de Lima, y entrando de noche con extraña osadía, cortaron los clabres de los navíos, y llevaron uno dellos, y pusieron toda esta ciudad en increíble confusión, no pudiendo pensar caso tan inopinado. Después han hecho otros daños y robos, y a todo este reino tienen puesto en mucho terror y aprieto por no haber en esta mar defensa alguna, donde jamás se había visto vela enemiga.

A esta causa hubimos de venir por tierra, ques un camino de ciento y setenta leguas, muy trabajoso, de arenales y despoblados, y mucho más en el tiempo que le pasamos, que es de terribles soles, y los ríos, que son más de treinta, corren furiosos. Mas que de todo fuel el Señor servido de librarnos, y nos trajo a nuestro colegio en once de marzo con muy crecido consuelo nuestro y de nuestros hermanos y de todo el pueblo. Y aunque todos tres, compañeros que veníamos enfermamos luego del trabajo y cansancio del camino, ya por la misericordia del señor estamos mejor, y todos pedimos ser encomendados en los sanctos sacrificios y oraciones de V.P., y de toda la Compañía, especialmente para que Dios nuestro Señor libre esta nueva heredad suya de los indios de tan maldita cizaña, como los herejes enemigos de nuestra santa fe católica pretenden sembrar en esta tierra. De Lima, once de abril mil y quinientos y setenta y nueve [46].

El 25 de mayo de 1581 el P. Acosta dejó de ser provincial. Su sucesor fue el P. Baltasar Piñas. El 26 de noviembre de 1581 le escribió el P. Claudio Aquaviva:

“Por la última de V.R. de 8 de abril deste año entiendo, con mucha compasión mía que su mal de corazón le aprieta y que los médicos juzgan serle contraria esa tierra, mas heme consolado no poco de dos cosas: una, de la esperanza que V.R. tiene que, siendo descargado del oficio de provincial y de otros pesos, terná más salud; la otra, porque veo su indiferencia y resignación, que hace más cuenta de la voluntad de la obediencia que de otra cualquier cosa, afirmando que le sería desconsolación cuanto por condescenderse con V.R. dispusiese acerca de su persona, y porque veo cuán religiosamente V.R. lo pide, y sé que podemos fiarnos de su caridad y fidelidad como en todo lo demás, así en este particular, me contento de remitir al juicio de V.R. el poderse quedar, si le pareciere poderlo sufrir, como yo mucho desearía por los talentos que el Señor le ha comunicado, y por la ayuda desa provincia, o el venirse, si le pareciere que el mal va creciendo, que bastarame haberle significado mi deseo, del cual empero deseo que V.R. no entre en escrúpulo, mas haga con entera libertad y alegría lo que juzgara mayor bien de la Compañía, y así se escribe al padre provincial que, entendida la enfermedad de V.R., doy licencia que se pueda venir a Europa con la gracia del Señor, si ya V.R. mismo, hallándose mejor con ser descargado de trabajos y con el buen cuidado o mudanza en algún mejor aire, no juzgase de poder continuar, en que me remito a su conciencia.

Para desechar el mal de V.R. mucho importa divertir el ánimo de cosas que pueden acrecentar el humor y aplicarlo a las que pueden causar latitud de corazón. Y pues, bendito nuestro Señor, no creo que se ofrecerán ocasiones que esto impidan, deseo mucho coopere V.R. a su salud y se aproveche de los medios que le podrán ayudar para ello, pues sin faltar a la edificación y modestia religiosa, de que V.R. tan observante es, hay no pocos para recrearse y ejercitarse a sus tiempos en cosas que le den alivio [47].

El P. Juan de Atienza, rector del colegio San Pablo de Lima, admonitor y consultor del provincial P. Baltasar Piñas, el 12 de febrero de 1583 escribió sobre el P. Acosta al P. Aquaviva:

“El padre José de Acosta tiene más salud que los años de atrás, aunque el estar sujeto a melancolías le es natural, y con los acaecimientos pasados fue en aumento. Para ser superior tiene estos inconvenientes: 1º Sus melancolías y desabrida condición con ellas. 2º Desta indisposición y otras nace tener necesidad de más regalo en lo que toca a su tratamiento. Hácese muy dueño de las cosas, y así, siendo superior inmediato, es de temer división con el provincial por las cosas que tuviere a cargo, como la hubo con el visitador [48], siendo provincial, aunque deste particular no digo nada de quiém dio más causa a ello, porque yo no estaba aquí. El padre procurador [49] podrá informar a V.P. Para ser rector deste colegio hay otro cuarto inconveniente, que es la mucha ocupación con la inquisición, virrey y pretensores [50], y púlpito y otras cosas, las cuales no le dejarán atender al oficio. Por otra parte, puesto en Potosí o en el Cuzco, podría ocuparse en el gobierno y en el púlpito, y responder a casos de conciencia, empleando con fruto las buenas partes que tiene, y en estos puestos no ternía en la provincia la nota que el ser superior en este colegio [51].

.R. de 8 de abril deste años SagredoDespués de su provincialato, el padre Acosta asistió como teólogo al tercer concilio limense (1582-1583), cuyos decretos redactó. En el concilio se negó el sacerdocio a los indios, por considerar que estaban aún apegados a sus antiguas costumbres. Luego se trató acerca de la ordenación sacerdotal de los mestizos. El 5 de agosto de 1583 Acosta declaró con juramento que había visto en algunos de los sacerdotes mestizos malas costumbres y en otros “mucha virtud”, y que era cosa muy conveniente y conforme a razón no cerrarles las puertas al sacerdocio, pues los que tienen mucho estudio y virtud harán mucho fruto en los indios, debido al conocimiento que tienen de su lengua.

Por orden del concilio redactó en castellano la Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de los indios, que fue traducido al quechua y al aymara por varios sacerdotes seculares y religiosos. Entre los principales traductores estaban los padres jesuitas Blas Valera y Bartolomé de Santiago. La Audiencia de Lima dispuso que los ejemplares del catecismo llevaran las firmas de Acosta y del P. Juan de Atienza, rector del colegio San Pablo. El catecismo trilingüe fue el primer libro editado en la América Española (1584).

Ya en 1580 Acosta manifestó al P. General Everardo Mercuriano su deseo de volver a España. En 1581 hizo la misma petición al nuevo padre general Claudio Aquaviva, por motivos de salud. Aquaviva le manifestó que prefería que se quedara en el Perú, pero le dijo que él mismo decida. La verdadera razón que Acosta tenía para volver a España parece ser que fue su desacuerdo con el visitador P. Juan de la Plaza y su temor de tener roces también con el nuevo provincial Baltasar Piñas. Por fin, después de un abundante carteo entre Roma y Lima, Acosta decidió volver a España en abril de 1584.

El 8 de noviembre de 1582 el P. Aquaviva escribió al provincial de Toledo Gil González Dávila:

“Se envía a V.R. el libro del padre Acosta, cuyo título es ‘Pro indorum salute curanda’ [52], el cual me ha contentado mucho. Así deseo que V.R. le haga allá rever de nuevo a quien le pareciere, y especialmente se quite lo que el capítulo se dice de la crueldad y por el modo que tuvieron los conquistadores, y si en alguna otra parte hubiere algo desto que pueda ofender, porque en lo demás creo libro será muy útil y acepto, especialmente en esos reinos. Y cuando fuere impreso, aguardaremos que V.R. nos haga llegar algún ejemplar dél” [53].

De Procuranda, el primer libro escrito por un jesuita en América Latina, es una reflexión sobre los problemas de la evangelización de los indios. Acosta se opone con resolución al viejo método de destrucción de ídolos y supresión de antiguos ritos. Defiende, en cambio, el mantener todo lo aprovechable de la cultura indígena, y promueve el de las sustituciones.

La Historia Natural y Moral de las Indias es una ampliación de su obra latina De natura orbis. Traducida al italiano, alemán, francés, holandés e inglés, se difundió mucho por Europa. Pionero en las ciencias geofísicas, es original al tratar de la naturaleza: clima, volcanes, terremotos, minerales, plantas y animales. Esbozó, incluso una teología de la evolución. Es el primero en describir el beneficio de la plata por el azogue, empleado en las minas de Potosí. Etnógrafo y sociólogo de gran calidad, hace un estudio de las culturas incaica y azteca, que analiza con profundidad, sin limitarse a una posible descripción, como otros autores. Presenta sus teorías sobre los indios de América y sobre su evolución cultural. Conocedor de los prejuicios de su tiempo, explica a los europeos que los indios forman parte de la humanidad y que están llamados a integrarse a la cristiandad.

Acosta pudo contar con la ayuda de indígenas sabios, y también con los datos proporcionados por los españoles en sus “entradas” por todo el territorio del Tahuantinsuyo[54]. Acosta se propone “deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos, como de gente bruta y bestial y sin entendimiento, o tan corto, que apenas merece ese nombre, del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y despreciando cualquier género de respeto que se les tenga, que es tan vulgar y tan pernicioso engaño, como saben bien los que con algún celo y consideración han andado entre ellos, y visto y sabido sus secretos y avisos, y juntamente el poco caso que de todos ellos hacen los que piensan que saben mucho, que son de ordinario los más necios y más confiados de sí” [55].

Dice Acosta:

“Los indios del Perú, antes de venir españoles, ningún género de escritura tuvieron, ni por letras, ni por caracteres o cifras, o figurillas, como los de China y los de Méjico, mas no por eso conservaron menos la memoria de sus antiguallas, ni tuvieron menos en cuenta para todos los negocios de paz y guerra y gobierno, porque en la tradición de unos a otros fueron muy diligentes, y como cosa sagrada recibían y guardaban los mozos lo que sus mayores les referían, y con el mismo cuidado lo enseñaban a sus sucesores. Fuera de esta diligencia, suplían la falta de escritura y letras parte con pinturas y lo más con quipos [56]. Son quipos unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos ñudos y diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias y leyes y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan puntualmente, que admiran. Había, para tener estos quipos o memoriales, oficiales diputados, que se llaman hoy día quipocamayo [57], los cuales era obligados a dar cuenta de cada cosa, como los escribanos públicos acá, y así, se les había de dar entero crédito, porque para diversos géneros, como de guerra, de gobierno, de tributos, de ceremonias, de tierras, había diversos quipos a ramales, y en cada manojo destos ñudos y ñudicos y hilillos atados, unos colorados, otros verdes, otros azules, otros blancos, y finalmente tantas diferencias, que así como nosotros de veinte y cuatro letras, guisándolas en diferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos, así, éstos, de sus ñudos y colores sacaban innumerables significaciones de cosas. Fuera destos quipos de hilo tienen otros de pedrezuelas, por donde puntualmente aprenden las palabras que quieren tomar de memoria, y es cosa de ver, a viejos ya caducos, enmendar cuando yerran y toda la enmienda consiste en mirar sus pedrezuelas, que a mí, para no hacerme olvidar cuanto sé de coro, me bastaría una rueda de aquellas. Otra suerte de quipos que usan, de granos de maíz, es cosa que encanta. Tomarán estos indios sus granos y los pornán un aquí, tres acullá, y en efecto, ellos salen con su cuenta hecha puntualísimamente sin errar un tilde, y mucho mejor se saben ellos ponerse en cuenta y razón de lo que cabe a uno de pagar o dar, que sabremos nosotros dárselo por pluma y tinta averiguado. Si esto no es ingenio, y si estos hombres son bestias, júzguelo quien quisiere, que lo que yo juzgo de cierto es que en aquello que se aplican, nos hacen grandes ventajaslo ma recibue en la tradici .

Acosta pretende hacer conocer “el orden y modo de proceder que éstos tenían cuando vivían en su ley, en la cual, aunque tenían muchas cosas de bárbaros y sin fundamento, pero había también otras muchas dignas de admiración, por las cuales se deja bien comprender que tienen natural capacidad para ser bien enseñados, y aun en gran parte hacen ventaja a muchas de nuestras repúblicas” [58].

El 25 de abril de 1584 el Arzobispo de Lima, Monseñor Toribio de Mogrovejo escribió al P. Aquaviva:

“En esta ciudad hemos celebrado concilio provincial y ha habido buen número de perlados en él. De parte de la Compañía se nos ha hecho mucha merced y se ha trabajado por su parte con muchas veras y fuerzas, en especial el Padre José de Acosta, persona de muchas letras y cristiandad y de gran reputación en estas partes, con cuya doctrina y sermones están todos muy edificados, y le tienen en lugar de padre. Yo en particular le tengo mucha afición, y a todos los de la Compañía, y los procuro de servir y lo haré siempre en lo que yo pudiere” [59].

El 9 de abril de 1585 el P. Juan de Atienza escribió al P. Aquaviva:

“La ida del padre Acosta se ha diferido para el año que viene, y ha parecido así necesario, porque ha habido recelo de que gobernando ahora este reino la audiencia desta ciudad, como le gobierna, no se sacará la licencia necesaria para la ida, y antes se impidiera para adelante, y también siendo necesaria la ida del padre Fuentes en esta flota, no vernía bien ni para el consuelo del padre Acosta ni para lo que a nosotros conviene, ir él en esta ocasión y hanse llegado a éstos otras ocupaciones suyas en lo que se está imprimiendo en nuestra casa por orden del concilio provincial que el mismo padre tiene a cargo, [60] y a él y a la Compañía importa que se dé buen fin a esto, como ha tenido el principio y los medios. Y también ha ayudado a esto el no saber hasta ahora ni haber nueva del P. Andrés López, porque venido él se entiende se hará esta mudanza con más suavidad, madurándose con alguna más prevención y tiempo. Esto es lo que ha diferido su ida en esta flota, juzgando sería ésta la voluntad de V.P. Irá sin falta el año que viene, no poniendo el Señor estorbo de su mano en el viaje, y para entonces se partirá con relación del asiento que tuviere esta provincia con el nuevo orden que de V.P. esperamos con el procurador, que también esto es de consideración [61].

El 14 de abril de 1585 el provincial P. Baltasar Piñas escribió en latín al P. Aquaviva:

Los inquisidores de esta provincia hacen notablemente uso de las obras de los nuestros, especialmente de uno [62], de cuyas costumbres, ciencia y doctrina tienen muy buena opinión. Durante las sesiones del concilio [63], que duraron siete meses, el provincial de la Compañía [64] estuvo presente en las congregaciones cuando no estaba retenido por asuntos concernientes a la provincia. Cuando tuvo que visitar la provincia, lo reemplazaron los P.P. Juan de Atienza, rector del colegio de Lima [65], y José de Acosta. Los padres conciliares frecuentemente consultaron a nuestros padres en todos los asuntos difíciles, y tomaron en cuenta sus opiniones. Muchas veces, en temas referentes a los españoles y a los indios asumieron a la letra las proposiciones de los padres, entre las cuales se encuentra la de editar un catecismo, un sermonario y un directorio para párrocos y de utilidad para los indios, en lengua española y en las dos principales lenguas de los indios [66], a fin de evitar que cada uno, como sucede, enseñe a su modo la doctrina cristiana.

Esta carga la pusieron sobre los hombros de nuestra Compañía. La llevaron a cabo con gran diligencia, increíble labor y vigilias, el padre José de Acosta y otros dos padres muy peritos en las lenguas índicas [67], con la colaboración de muchos religiosos y seculares [68]. Además de ser una obra muy erudita, se caracteriza por la propiedad de las palabras en las lenguas índicas. Esta obra, ciertamente resultó sumamente útil, porque así los indios pudieron conocer bien las verdades de nuestra fe, siendo así que antes, por la impericia y dejadez de los intérpretes, y por causa de diversas opiniones, se dio pie a errores y dificultades. El concilio aprobó dicha obra con muchas felicitaciones, y decretó que en adelante no se use otro catecismo.

El ilustrísimo arzobispo de esta ciudad [69], extraordinariamente afecto a nuestra Compañía, por lo cual, en asuntos difíciles pide el parecer de los nuestros, fue quien decidió que nos hiciéramos cargo de la impresión de esta obra. Cuando el Rey Católico escribió a sus funcionarios de esta provincia que ningún tipógrafo edite libro alguno en estas partes, debido a los muchos errores y dificultades que pudieran surgir, los nuestros, a petición y súplicas de los funcionarios, teniendo en cuenta la utilidad de esta obra a favor de los indios, pidieron que en servicio de los dichos indios se imprimiera el libro, por esta vez, en estas partes. Y como las autoridades dieron la autorización sólo a los nuestros, se inició la impresión en nuestro colegio. Por la gloria de Dios tienen buen concepto de nosotros en todas las cosas. Ha pasado ya un año entero, y todavía no se han podido imprimir todos los libros. Y la razón es porque el diccionario índico, los privilegios, los sermones y muchas otras secciones, considerados importantes, aún no han sido redactados,

En las sesiones conciliares, la mayor parte de las veces disertó el P. Acosta, con aprobación sincera y cordial de todo el concilio, de los representantes reales, de los religiosos y de otros varones ilustres, que aquí son muchos. Por estas y otras razones piden en muchos lugares la presencia de los nuestros, pero debido a la escasez de operarios no se puede satisfacer sus deseos. Quiera Dios que podamos condescender a sus deseos. Por ejemplo, insisten mucho desde la provincia de Chile, donde ninguno de los nuestros ha estado hasta hoy. También recibimos peticiones de Quito [70].

El 14 de abril de 1585 escribió el P. Acosta al P. Aquaviva:

“Ya tengo escrito a V. P. por otra vía más largo cómo recebí la ordenación de V.P. de ir a Europa y cómo me causó gran consuelo tener resolución de V.P. y no dejarse esto a mi elección, y aunque acá los superiores han sentido esto, y a mí también me tira esta vocación de Indias, pero entender que es voluntad de Nuestro Señor y esperar que para esto de acá podrá ser la ida de mucho fruto, con el favor divino, quieta del todo mi ánimo y creo será lo mismo de los desta provincia.

Mi salud es con mejoría, aunque más falta de fuerzas que antes, las mudanzas que tiene esta indisposición mía son de la suerte que otras veces he escrito. Y me dispuse para ir en esta flota, si pudiera ser, y han ocurrido causas justas de diferirse, porque hemos recelado nos que si pusiera agora en plática la partida, hubiera impedimento y para adelante también se pusiera por los que gobiernan, no habiendo virrey, como no le hay. También, el no haber venido el procurador desta provincia y los demás que V.P. envía ni saberse cosa alguna, tiene este negocio por agora callado hasta que con su venida con más suavidad se reciba. También he tenido papeles de cosas de indios, muy importantes, que el concilio provincial me encargó, y vanse estampando, y fuera mucha falta no acabarse. El año que viene, con la gracia del Señor, no habrá falta en la ida, si V.P. no envía orden en contrario.

De las cosas desta provincia estoy cierto escriben largo los superiores, y así, yo no lo hago. Sólo diré que en lo que toca a dejar la doctrina de indios que la Compañía tiene, he visto al padre provincial Piñas más inclinado de lo que yo quisiera, y siento con mucha firmeza que si los nuestros dejaren la asistencia en pueblos de solos indios, se perderá el tener lenguas y obreros de indios y esta vocación caerá en gran manera. El padre Diego de Torres [71], que es superior en Juli, ha hecho muy bien su oficio a mi entender, en sustentar y conservar aquella doctrina hasta tener última resolución de V.P., y ha tenido el dicho padre no pequeño estorbo en el padre Fuentes, que agora va a Roma, porque este padre tiene muy poca afición a los indios y siente y habla muy cortamente de sus cosas, y acá ha hecho daño y por allá es de temer no sea lo mismo.

Aunque haya de ser mi viaje al año que viene, me complace mucho en que V.P. me escriba alguna letra significando lo que a V.P. pareciere ser provecho mío, y sobre todo, pido el auxilio de los sacrificios y oraciones de V.P. y de la Compañía, para que yo cumpla mi obediencia y la voluntad de Nuestro Señor en todo [72].

El 21 de abril de 1585 escribió el P. Acosta al P. Aquaviva:

Tengo escrito a V.P. antes desta por dos vías, y ahora, por ofrecerse navío apuntaré lo principal que es haber recebido la ordenación de V.P. para que vaya a Europa, y como me ha sido de gran consuelo no dejarse a mí esta determinación, y que la causa de no ir en la flota deste año ha sido no haber oportunidad, y temer se pornía estorbo para no poder ir agora ni después. El cual impedimento entiendo cesará venidos los padres que V.P. envía a esta provincia, y con la buena recompensa será más fácil. Todavía me parece converná que V.P. no deje de significar su voluntad en esta parte sin las que escribiere a los superiores desta provincia, porque aunque entiendo proceden con obediencia y llaneza, podría ser diesen traza cómo se impidiese este viaje, lo cual, si pretendieren hacer, les será fácil con los que gobiernan este reino, y si no es que de muy de veras siente que V.P. quiere que haya ejecución en lo que de mí tiene ordenado, estoy dudoso lo que harán. De mí digo, con toda verdad, que estoy dispuesto a cualquier cosa que V.P. en nombre del Señor juzgare más convenir.

Después de escritas las pasadas, leí la annua que el padre provincial envía a V.P. desta provincia, y ultra de no contentarme el modo de escribir algunas cosas, callando otras de mucha edificación, mucho me maravillé de la relación que a V.P. se hace en algo de lo que allí se escribe, que es bien diferente de lo que acá sabemos, y ver esto en carta pública que la han de ver tantos, me ha causado harto cuidado de pensar que en las cartas secretas habrá el padre provincial por ventura informado a V.P. cosas diversas y que se figuran muy de otra suerte de lo que son, y tengo desta mi sospecha más que medianos indicios, por donde temo que V.P. terná concepto cual la relación del dicho padre provincial habrá figurado. Este inconveniente tiene tan grande el tener a nuestra cabeza tan lejos y sin noticia ocular desto de acá ni de los sujetos que acá tiene la Compañía.

Particularmente advierto a V.P. que del padre Fuentes [73], a quien V.P. envió a llamar, que ha sido bien necesaria su salida de acá, ha hecho tanta confianza el padre provincial como del que más, y si V.P. da crédito a lo que el padre Fuentes siente de indios y de las cosas de la Compañía, perderá mucho esta provincia y vocación.

También lleva el padre Fuentes unos tratados o escritos del padre Lope Delgado para que V.P. los vea, porque el padre provincial los tiene en mucho, y a mí me parece llanamente que tienen muchas cosas ajenas de la verdad y de la doctrina común y recebida, especialmente sobre el Apocalipse, y siento que podría resultar mucho perjuicio de semejantes escritos y opiniones.

Creo V.P. habrá proveído que el provincial traiga consigo uno de los consultores, como sus reglas lo ordenan, porque no se ha hecho este cuadriennio, y ha sido de notable inconveniente no traer consigo el provincial compañero de confianza.

De los reinos de Chile y de Quito ha poco recebí cartas en que encarecidamente piden la Compañía, y a lo menos misiones. Parece gran lástima no hacerse donde tan copiosa mies se ofrece.

Este reino va creciendo cada día en riqueza y gente, y porque parece cosa increíble, afirmo a V.P. que en solo este año me dijo uno de los que gobiernan, que habían salido deste puerto para España once millones de pesos ensayados, que es un peso ensayado más de trece reales. Los vicios también van creciendo y hay necesidad de obreros fieles. Las residencias entre indios, torno a significar a V.P., que, si no se conservan con eficacia, caerá el haber obreros de indios y su fruto, el cual, por la gracia del Señor, es copioso más de lo que se dice” [74]. El P. Juan de Atienza escribió al P. Aquaviva el 7 de agosto de 1585:

Al Padre Acosta di una carta, que venía suelta entre otros papeles del Padre Andrés López, que era de V.P. No he entendido del consuelo en el quedarse, el que V.P. desearía, y así, no se hace mudanza alguna en el orden de V.P., y se irá la flota que viene. Ya he hablado sobre ello con el señor Inquisidor [75], y me dice que por este lado no habrá estorbo. El Virrey [76] aún no ha llegado a esta ciudad. Espéranle dentro de un mes, porque ya ha días que camina por tierra de Paita para acá. Venido él, tampoco se entiende que pondrá estorbo en esta ida, y yo no hago más de dejar correr el orden de V.P., y aunque siento la falta que acá hará, no viendo el consuelo que V.P. desea en él, no hago más de callar y bajar mi cabeza, y esperar el suceso como de cosa venida de la divina providencia y voluntad por medio de la obediencia. Yo harto me consolara que él tuviera consuelo, y yo lo entendiera, en el quedarse, pero, como digo, no le he entendido que sea preveniente a la obediencia, que, teniéndola de V.P., dice que no lo recibirá con mucha molestia. Finalmente, al presente la cosa se está entera en el orden pasado sin género de mudanza [77].

El 10 de agosto de 1585 el P. Acosta escribió al P. Aquaviva:

“La elección que V.P. hizo del P. Juan de Atienza para provincial desta provincia del Perú, ha sido recebida con mucha acepción y consuelo entro y fuera de casa, y el principio que ha dado ha satisfecho bien, mostrando mucho cuidado en poner e ejecución todo lo que por V.P. le es ordenado. Espero en Nuestro Señor le ayudará para lo que demás responda a este buen principio, aunque no dudo que se le ofrecerán dificultades, mas con la gran diferencia todo se vence.

También ha parecido muy acertado hacer al P. Juan Sebastián rector deste colegio de Lima, el cual no ha venido de Potosí, que hay mucho camino en medio. Los sujetos que V.P. envió, a mí me han contentado [78], y algunos dellos ayudarán bien desde luego. Otros se irán haciendo. Las misiones se van entablando bien. A Tucumán se ha hecho una de gran importancia. Otra se hace agora al reino de Quito, y otras se van ordenando. Los estudios se van mejorando no poco, y en todo espero en Nuestro Señor irá de bien en mejor.

La muerte del P. Andrés López en Panamá nos hizo lástima, porque perdió esta provincia un muy buen obrero y parece no se acertó en envialle por procurador, porque en muchas cosas ha parecido que no dio la satisfacción que se requería, aunque de su celo y mucha religión no tenemos duda y creemos de cierto le llevó el Señor a gozar de la vida eterna.

El marzo pasado deste año de 85 escrebí a V.P. que la causa de no ir yo en aquella flota, como V.P. tenía ordenado, fue sentir dificultad en alcanzar licencia de cuatro gobernadores que gobernaban entonces, y también parecer necesario acabar la impresión de unos catecismos y confesonarios y sermonarios que se habían compuesto en tres lenguas por orden del concilio provincial, y desear yo entender el estado en que quedaba esta provincia, para poder servir mejor a V.P. de lo que me significaba ser su voluntad. Ya, bendito sea el señor, está puesto en efecto lo de la impresión, de que resulta gran bien a los indios de todo este reino y a los ministros que les enseñan.

Lo que toca a la provincia, confieso a V.P. que he tenido gran contento de hallarme presente, porque, conforme a mi pobre caudal, he ayudado fielmente al padre provincial [79], y creo que con fruto, y a lo de adelante con sus consultores [80], que aquí no tiene más de al Padre Piñas, podrá bien guiallo, ayudado de la divina gracia. Otra ocupación de importancia yo no la tengo, porque el predicar, como son ya más de doce años que lo he hecho aquí. Voylo dejando y otros lo hacen bien. Misión a Quito ni a otra parte ni la he hecho ni ha sido posible, con el obstáculo de la inquisición se me puso y el poco calor que los superiores me dieron, o por decir lo cierto, el estorbo que me hicieron para que no saliese de aquí. Visto esto, y que adelante ha de ser así, y que para mi salud, y aun habiendo de espíritu, no me conviene este modo. Estoy resuelto en ejecutar el año que viene la ida a Roma, que V.P. me tiene ordenado, y el mayor impedimento que podía tener, que es el de la inquisición, ya, por la gracia del Señor, está llano.

El virrey no ha llegado aún a Lima. Tengo por cosa cierta que no querrá hacerme fuerza, y seríalo para mí muy grande, quererme ocupar en cosas de gobierno, como los virreyes pasados [81], que entiendo me será carga pesada y de poco fruto espiritual. Por estas razones, y porque realmente tengo gran deseo de ver a V.P., y darle cuenta de mí y de lo que pienso de acá, haré todo lo posible por ir la flota que viene y espero en Nuestro Señor me concederá esto. Pido a V.P. mande encomendar a Nuestro Señor este viaje y que siempre cumpla yo la voluntad del Señor, que ninguna cosa más me anima al trabajo deste viaje, que entender ser ésta la voluntad de V.P.

Cerca desto he sabido la instancia que hizo el Padre Andrés López para estorbar lo que V.P. había ordenado, y porque la resolución que V.P. me escribió el año 83 es conforme a lo que en efecto de verdad hay, por eso seguiré aquella resolución por declaración de la divina voluntad, y acá se ha trazado de modo que esta ausencia sea con edificación. No se me ofrece más de tornar a pedir a V.P. el favor de sus santos sacrificios y oraciones. De Lima, 10 de agosto 1585, José de Acosta.

Por esta vía extraordinaria de México no escribo de otras cosas. Sólo añadiré que ha sido de gran consuelo y efecto lo que V.P. ha escrito así a esta provincia en particular, como en general a toda la Compañía. Sean infinitas gracias a nuestro Dios, verdadero amparo de la Compañía [82].

El 30 de octubre de 1585 escribió el P. Juan de Atienza al P. Aquaviva:

“Por ser forzosa la partida de los Padres Fuentes [83] y Cartagena [84] en la flota del año pasado, se quedó la del Padre José de Acosta, que V. Paternidad tenía ordenada y porque acá acabase lo de los catequismos y sermones que en este colegio se imprimen, y por esperar el asiento desta provincia con la venida de los nuestros de Europa y orden de V.P. y por las demás razones que a V.P. el año pasado escribí, y ha sido Nuestro Señor servido que la dilación deste año haya sido de notables servicio suyo, tiniendo el P. Acosta en él un empleo no de menos fruto que los pasados, dando fin a la estampa destos catecismos, que sin su presencia no se pudiera bien acabar y ayudando a toda esta ciudad y reino con la mucha mano que Nuestro señor en él le ha dado, de que se deben muchas gracias a su divina bondad, y aunque todo esto causa más sentimiento y pena de su partida y hace sentir más la falta que nos ha de hacer, pareciendo muy dificultoso el suplir el vacío que en esta provincia se hace, queda puerta abierta para algún consuelo, es ser voluntad de Nuestro Señor declarada por V.P. que está en su lugar, lo cual promete sucesos prósperos en casos semejantes a los que la vista humana no atina, y es bien necesario estenderla a la consideración de lo mucho que el Padre Acosta en esas partes podrá servir y ayudar a la universal Iglesia y bien común de la Compañía, para templar en alguna manera la mella particular que en esta provincia se hace, de la cual también esperamos recompensa ansí con el buen oficio que hará en esas partes, dando a V.P. noticia entera de las cosas destos reinos y despertando en los nuestros estima y aprecio del ministerio de ayuda a los indios y de las demás cosas que nos importen, como de la nueva ayuda que V.P. con su mucha caridad nos enviará, enviando algunos sujetos aventajados que puedan suplir esta falta, pues en la flota pasada, aunque experimentamos la mucha liberalidad de V.P. con esta provincia, no vino cosa que a esto bastase, y ansí pido a V.P. quam humilde y encarecidamente puedo, acuda a reparar esta quiebra, que es muy grande, satisfaciéndose que no es encarecimiento causado del oficio que tengo y obligaciones dél. Sino pura verdad y necesidad que acá en presencia se siente y experimenta, y no es bocado poco acedo el que en esto se traga y hay mucha necesidad de grande alivio y consuelo para poderle pasar.

Hele dado por compañero al Hermano Pedro de Ostos, que agora acaba el 3º año de teologia, que es muy buen religioso y de quien se tienen buenas esperanzas que podrá ayudar a la Compañía en cosas de gobierno, por su virtud y buena traza, y aunque acá nos hará mucha falta, ha pesado más conmigo el habérleme pedido el Padre José de Acosta para que le acompañase, por ser el que más a propósito se le puede dar para su salud y consuelo, y ansí lo he hecho deseando reconocer en esto poco la obligación en que esta provincia en general y particular al dicho padre, y persuadiéndome sería muy conforme a la voluntad de V.Paternidad, que con tanta caridad ordena se dé al Padre Acosta toda la comodidad que hubiere lugar, y su salud tiene algunas veces tanta quiebra que aun en los estraños obliga a postponer su consuelo y comodidad por la suya, y todo esto entiendo es echar obligación a V.Paternidad para que con la brevedad que sea posible nos vuelva a cambiar al Hermano Pedro de Ostos, y de algunos Hermanos coadiutores de que hay en esta provincia grandísima necesidad, y con esto no me alargaré más en ésta, habiendo dado a V.Paternidad en otras cuenta larga de las csas desta provincia y habiéndola de dar en la flota desde el Cuzco para donde me partiré dentro de cuatro días, con el favor del Señor, y los portadores serán carta viva de todo lo que se puede escribir” [85] sia y bien comP. que estl suplirmdesta

A mediados de 1586 viajó a la Nueva España, donde estuvo un año completando su Historia natural y moral de las Indias. En marzo de 1587 escribió Parecer sobre la guerra de la China, en el que dice: Al presente, como están las cosas, no es justo ni lícito romper guerra contra la China, una postura totalmente opuesta a la de Alonso Sánchez, su compañero de viaje a España, adonde llegó a fines de septiembre de 1587.

El tercer concilio limense había sido impugnado por algunas autoridades, encomenderos y eclesiásticos del Perú. El arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, había encargado a Acosta las aprobaciones real y papal. Obtenida la de Felipe II, Acosta viajó a Roma en el verano de 1588 para lograr también la de Sixto V. Tuvo éxito en sus gestiones, pero ese viaje significó para Acosta el inicio de un nuevo período en su vida, lleno de ambigüedades.

Por entonces, algunos jesuitas de España, conocidos como memorialistas, presentaron quejas sobre el gobierno central de la Compañía de Jesús a Felipe II. El papa Sixto V, en breve del 5 de marzo de 1588 había autorizado al rey de España para nombrar al obispo de Cartagena, Jerónimo Manrique, visitador apostólico de la Compañía de Jesús en España. Aquaviva hizo ver al papa que existía el peligro de sustraer a los jesuitas de España de la obediencia al general, y lo convenció de que era mejor nombrar visitadores jesuitas. Fiado de la aptitud diplomática de Acosta, ya demostrada, Aquaviva lo nombró su emisario ante Felipe II para que designara visitadores jesuitas, en vez del obispo Manrique. El general proponía los nombres de González Dávila, Alonso Deza, Diego de Avellaneda y José de Acosta.

El 20 de marzo de 1589 Felipe II aceptó la propuesta de Aquaviva, quien nombró a González Dávila visitador de las provincias de Castilla y Toledo, y a Acosta de las de Andalucía y Aragón. Ambos informaron que los descontentos eran pocos y no representaban la opinión de la Compañía de Jesús en su conjunto. Acosta fue nombrado superior de la casa profesa de Valladolid en enero de 1592.

Por circunstancias que necesitarían una mayor precisión histórica, sin mandato del padre general, Acosta trató con Felipe II de los problemas de la Compañía de Jesús y de la necesidad de convocar una congregación general para resolverlos. El rey lo nombró su agente en Roma para gestionar la convocatoria de una congregación general con el nuevo papa, Clemente VIII, y con Aquaviva. En su Diario de la embajada a Roma, Acosta escribe que expuso al papa que los males no tenían raíz en los súbditos, que procedían “con simplicidad, obediencia y devoción”, sino en los que los gobernaban, sobre todo el general, “que era absoluto y tiránico en demasía”. Añade que en una charla de dos horas con Aquaviva, le manifestó que sólo con la congregación general se podría evitar que el rey impusiese visitadores ajenos a la Compañía de Jesús.

Recibida la orden del papa por medio del recién creado cardenal Francisco de Toledo, jesuita, Aquaviva convocó la Congregación General V en diciembre de 1592. El papa expresó su voluntad, que era también deseo del rey, de que Acosta participase en la congregación, aunque no tuviera ningún derecho, ni por oficio ni por elección. En la primera sesión, del 3 de noviembre de 1593, los padres congregados examinaron el asunto, y removidos los impedimentos, lo admitieron con voz y voto, por especial dispensa,

por ser la voluntad del papa, y por juzgar conveniente que Acosta expusiese las razones del rey. En la congregación se rechazó la posición de los descontentos. El mismo Acosta votó en contra de ellos. El cardenal Toledo escribió al embajador de España, duque de Sessa, que Acosta, mostrándose partidario de los cambios fuera de la congregación, ya dentro se adhirió a la posición de los otros.

En la sesión que trató del decreto de no admitir en la Compañía a los cristianos nuevos, de origen judío o musulmán, Acosta y Francisco de Arias fueron los únicos que votaron en contra. Acabada la congregación el 18 de enero de 1594, Acosta escribió al padre general el 13 de julio, justificando su actitud por el deseo de evitar la visita de la compañía de Jesús por personas de fuera, y prometió plena fidelidad y filial obediencia. Según Pedro de Ribadeneira, Acosta actuó con buen celo y por el bien de la Compañía de Jesús, pero equivocadamente, y “quedó aborrecido de sus mismo amigos y de todos”, no por haber propugnado la congregación sino por haber actuado en nombre del rey. Murió el 15 de febrero de 1600 en Salamanca, España.



[1] Miguel Gobierno, procurador de la Provincia de Toledo, que asistió en Roma a la congregación de procuradores de 1568.

[2] Dionisio Vázquez

[3] In Dómino (En el Señor).

[4] Monumenta Peruana, I, p.p. 300-303.

[5] Monumenta Peruana I, p. 390.

[6] Juan de Cañas, provincial de Andalucía.

[7] Andrés López y Diego Martínez.

[8] Omnino: Del todo, totalmente, absolutamente.

[9] Derrota (Ruta).

[10] Monumenta Peruana I, pp.439-442.

[11] Monumenta Peruana I, pp. 443.

[12] Monumenta Peruana I, p.443.

[13] Monumenta II. Constituciones. IV 2, 4, B; VI 3, 5.

[14] Crónica Anónima (Mateos), pp. 18 y 19.

[15] Francisco de Vitoria, O.P.

[16] MHSI. Borgia IV, 515.

[17] MHSI. Borgia V, 532.

[18] Monumenta Peruana I, pp .607-609.

[19] Bartolomé Hernández.

[20] Esteban de Avila.

[21] El mismo José de Acosta.

[22] Francisco de Toledo.

[23] Diego Ortún.

[24] Jerónimo Ruiz de Portillo.

[25] Sebastián de Lartaun.

[26] Estados (28 pies de Castilla, equivalentes a 784 centímetros).

[27] Bravos (Finos).

[28] Carnares (Cañaris, mitimaes llevados de Quito y encargados de la fortaleza de Sacsayhuamán).

[29] Diego Martínez.

[30] Illacate (Jilacata)

[31] Muchos conocían a los jesuitas como “teatinos”, confundiendo a la Compañía con la orden fundada por San Cayetano de Tiene.

[32] Juan Casasola..

[33] Curaca (Curaca, de “Kuraq kaq”: el que es mayor, principal).

[34] Atunruna “(Jatun runa”, persona grande, importante). En este caso probablemente el sentido es: “grupo numeroso de personas”..

[35] Chácara (Chacra, de “Chaqra”, terreno de cultivo).

[36] Luis López.

[37] Martín Abad de Usunsolo.

[38] Tenía la licencia del obispo del Cusco, Sebastián de Lartaun, bajo cuya jurisdicción estaba entonces Arequipa, o de sólo el general, cuya licencia bastaba para que los misioneros pudieran ejercer el ministerio sacerdotal (Compendium Indicum 31).

[39] Miguel de Fuentes

[40] Manuel del Mercado, O.S.A,

[41] Juan de la Plaza.

[42] Luis López y Juan de Montoya.

[43] Juan de Montoya, Jerónimo Ruíz de Portillo, Alonso de Barzana y Luis López.

[44] Juan de Ribas.

[45] Quiley (Chile).

[46] Monumenta Peruana II, p.123.

[47] Monumenta Peruana, III, pp. 76-77.

[48] Juan de la Plaza.

[49] Entonces el procurador era el P. Andrés López.

[50] Pretensor (El que pide recomendación).

[51] Monumenta Peruana III, 255-256.

[52] De procuranda indorum salute

[53] Monumenta Peruana III, pp.

[54] Oficialmente, el imperio incaico se llamaba “Tawantin Suyu” (Unión de cuatro territorios).

[55] Historia Natural, 182.

[56] Quipos (Kipus).

[57] Quipocamayo (Kipu kamayuq).

[58] Historia Natural, p. 189.

[59] Monumenta Peruana III, 416-417.

[60] Catecismo trilingüe (castellano, quechua y aymara del tercer concilio limense.

[61] Monumenta Peruana III, p. 590.

[62] José de Acosta.

[63] Tercer Concilio Limense.

[64] El mismo Baltasar Piñas.

[65] San Pablo

[66] Quechua y aymara

[67] Blas Valera y Bartolomé de Santiago

[68] Colaboraron, entre otros, los sacerdotes seculares Juan de Balboa,, Alonso Martínez y Francisco Carrasco.

[69] Toribio de Mogrovejo

[70] Monumenta Peruana III, pp.624-625.

[71] Diego de Torres Bollo.

[72] Monumenta Peruana III, pp. 631-633.

[73] Miguel Fuentes

[74] Monumenta Peruana III, pp. 642-645.

[75] Antonio Gutiérrez de Ulloa.

[76] Hernando de Torres y Portugal.

[77] Monumenta Peruana III, pp. 680-681.

[78] Entre ellos se distinguieron más tarde Miguel Urrea, Diego Alvarez de Paz, Pablo Joaquín de Arriaga, Juan de Frías Herrán, Antonio de Ayanz.

[79] Juan Sebastián.

[80] Esteban Cabello, Alonso Ruíz y Baltasar Piñas.

[81] Francisco de Toledo y Martín Enríquez.

[82] Monumenta Peruana III, 684--687.

[83] Miguel de Fuentes.

[84] Pedro de Cartagena.

[85] Monumenta Peruana III, pp. 706-708.

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